CLICK PARA IR A LA PRIMERA PARTE DE MÍA
La enorme verja de hierro forjado se abre y la niebla densa que impedía ver el interior se disipa.
El espectáculo es sobrecogedor. Es realmente el panel central de "El Jardín de las Delicias", la obra del pintor renacentista El Bosco, pero mucho más sórdido, más depravado. Por donde quiera que mire, Will ve a hombres practicando sexo con mujeres con collarín ante la vista de todo el mundo. Parejas, tríos, grupos de cuerpos desnudos moviéndose a ritmo frenético. Una verdadera orgía de gritos, risas, llantos, jadeos y quejidos.
-Su identificación de retina es correcta. Bienvenido, señor, al Jardín de las Delicias. Mi nombre es Perra31 y soy su guía personal en su primera visita. Mi amo y anfitrión le espera en el Edén. Me ha ordenado servirle y complacerle en cualquier cosa que se le antoje -una hermosa rubia de piel bronceada y cuerpo escultural le sonríe, pasándose un dedo por el aro de oro de su pezón derecho-. Puede usted follarme, darme por el culo, puedo hacerle una mamada, puedo comerle el coño a su esclava, puede ella comerme el mío, puede usted azotarme, puede hacer que yo azote a su esclava, puede...
-¡Ya basta! -Will se exaspera-. Sólo quiero hablar con Eth... con tu amo.
-Usted manda, señor. Aquí tiene su túnica y la correa para su esclava.
-¿Es necesario esto? -Will mira la prenda de seda negra labrada que le ofrece Perra31.
-No, señor. Puede usted entrar desnudo si ese es su gusto. De hecho, la mayor parte de los invitados suelen despojarse de su túnica a los pocos minutos.
Mientras Will se desnuda resignado y se pone la túnica, Mía le mira con ojillos asustados. Se pone la correa al cuello y parece que suspira aliviada cuando su amo coge el otro extremo con firmeza.
Unas muchachas pasan corriendo entre los extraños árboles, chillando aterrorizadas, seguidas de unos diez o doce hombres empalmados, exaltados como un grupo de mandriles, que tratan de alcanzarlas.
-Si le parece excitante, puede usted unirse a La Caza -informa Perra31-. Es un entretenimiento expreso para invitados que gozan forzando a esclavas vírgenes que ofrecen resistencia, ya que no han sido programadas para necesitar el placer.
Will intenta tragar saliva, pero tiene la boca seca. Siguen avanzando. Flotando sobre el riachuelo pasan gigantescas burbujas transparentes donde pueden verse a varias esclavas introduciéndose enormes consoladores unas a las otras. El olor acre es penetrante. El arroyo fluye denso y lánguido de un color blanquecino como la leche. Dentro del río de semen hay sumergidas como una docena de mujeres de diferentes razas luchando unas con otras. Muchos hombres se masturban contemplando el espectáculo. Pelean entre ellas como fieras, embadurnadas en tan viscoso elemento, para acudir con la boca abierta, tratando desesperadas de obtener el chorro de semen de sus respectivos amos antes de que se pierda uniéndose al resto del caudal o de que otra esclava lo alcance antes.
-En aquella hondonada tan concurrida está la zona de apuestas -explica Perra31, señalando hacia donde pueden verse grupos de gente alrededor de un hombre y varias mujeres arrodilladas a sus pies-. Es un pasatiempo muy popular también. Varias esclavas de un mismo amo le chupan la polla por turnos alternos de 30 segundos. Todos pueden apostar a favor de la que creen que hará que se corra. La ganadora obtiene un orgasmo y las perdedoras son folladas y azotadas por los ganadores de la apuesta.
La túnica de Will se encumbra por su centro. Mía, su preciosa esclava modelo 4590 observa el proceso de erección ansiosa, y comienza lamer los dedos de su amo con fruición. Perra31 también se recrea en la imponente protuberancia que empina la túnica.
-¿Desea que le alivie, señor? -la rubia pasa la lengua por sus labios y Mía vuelve la vista hacia su amo sobrecogida.
-No, Yo... Bueno... Discúlpanos un momento. Vamos a... Tengo que... -Will sacude la cabeza y tira de la correa de su esclava, internándose en los arbustos.
-Follar... follaaaar... follaaaaaarrrrrr... -Mía va dando saltitos, esperanzada, canturreando.
-¡Eh! ¡Amigo! -se oye una voz desde los arbustos y aparece un hombre grueso y sudoroso, desnudo y empalmado que con una mano arrastra de su correa a una chica de aspecto oriental y con la otra lleva una fusta- ¿Quieres follarte a mi zorra mientras yo me enculo a la tuya y le doy una buena tunda?
Will ni siquiera le responde, sino que sigue caminando apresuradamente sujetando con fuerza la correa y Mía libera el aire que se le había quedado congelado en los pulmones. Su amo es el dueño de su cuerpo y puede subrogarla a otros amos eventuales para que la usen, pero ella sólo siente alivio proporcionando placer a su verdadero amo, sólo su auténtico amo puede proporcionarle los orgasmos que necesita tan desesperadamente.
Por eso mientras está abrazada al tronco del árbol, arañando sus pezones contra la áspera corteza una y otra vez en cada una de las violentas embestidas, sintiendo la polla ardiente de su amo taladrarle el culo hasta el fondo, con los pies de puntillas, casi suspendida en el aire, oyendo los jadeos intensos de su amo como música celestial, Mía piensa que él, más que su amo, es su Dios, y escucha la voz de su Dios como la respuesta a sus plegarias.
-Córrete... ¡Córrete ahora, nena! !Aaaaaaaaaahhhhhhh! -el semen de su amo la inunda palpitando su polla en una última y brutal embestida y la chica gimiendo de dolor y placer extremo alcanza el paraíso de la mano de su Dios.
Will, aún congestionado y respirando agitadamente, le da la vuelta y la besa con rudeza, sujetando sus manos contra el tronco del árbol.
-No voy a dejar que nadie te toque ni un sólo pelo, eres sólo mía... sólo mía hasta que... -aprieta las mandíbulas y acaricia su cara con suavidad-. Hasta que solucione todo esto.
Perra31 les conduce hacia la colina central. El espectáculo es espeluznante. En un lago redondo hay mujeres sumergidas agitándose convulsionadas y se insinúan en el fondo ciertas formas serpenteando. Alrededor del lago hay una cabalgata de animales extraños, como una muestra de un bestiario medieval: grifos, centauros, faunos, enormes mastines... bestias salvajes montando a mujeres jadeantes en una cacofonía de bramidos, aullidos y rugidos. Will, tan horrorizado como fascinado con la escena, apura el paso tirando de Mía, siguiendo a la esclava rubia que por fin les conduce a las puertas de uno del los edificios de formas extrañas, surrealistas.
-Este es el Edén. Mi amo le espera. Sígame dentro si es tan amable.
La estancia parece el salón de un castillo medieval con antorchas y tapices en las paredes. El ambiente es aparentemente más comedido, al menos no tan ruidoso. Una enorme mesa en el centro exhibe cantidades de comida expuesta sobre los cuerpos desnudos de varias docenas de chicas, para disfrute de los comensales. Estos mojan sus bocados con las salsas previamente introducidas que manan de las vaginas de las jóvenes. Otros, perdiendo las buenas costumbres en la mesa, sorben la salsa directamente del cálido recipiente ante el regocijo de sus compañeros. Debajo de la mesa también pueden verse docenas de mujeres haciendo discretas mamadas a los invitados que lo soliciten. Will pasa la vista por el salón y por fin divisa a su tío Ethan en un rincón más apartado, sentado al lado de una mesa, tomando una copa.
-¡Cómo has podido hacer algo así! -le increpa Will furioso, acercándose a él, amenazador-. Me avergüenzo de ser familia tuya, de haberte considerado mi amigo... Eres lo peor... ¡No podéis hacer esto con seres humanos! ¡Sois unos monstruos! ¡Y tú eres el...
Dos enormes masas humanas le sujetan de los brazos, inmovilizándolo. Mía está temblando aterrorizada. Ante un gesto de Ethan, le sueltan y Will respira profundamente intentando tranquilizarse.
-Querido sobrino, si no mantienes las formas y las buenas maneras en mi hogar, serás expulsado no muy amablemente por mis muchachos. Eres un desagradecido, vienes aquí a insultarme, cuando lo mejor de tu vida te lo he proporcionado yo. No me digas ahora que no estás disfrutando como nunca -sonríe mirando a Mía, que recula y se esconde detrás de Will-. Mmmmm siiiiiií, mi mejor perrita, la más ardiente... Por eso te la regalé, porque te mereces lo mejor. Pero tú no me lo agradeces... Entras en mi casa con tu aire santurrón de superioridad moral, cuando en el fondo eres igual de depravado que el resto de nosotros.
-Porque tú me has hecho algo para que sea así -masculla Will con los puños apretados, intentando contenerse y se sienta en la silla de al lado. Mía se arrodilla a sus pies-. Me has convertido en un monstruo como tú. Sólo he venido para que me digas la manera de volver a ser como era antes. Necesito que me digas cómo puedo liberarla a ella de esta... de esta obscenidad de existencia que está obligada a vivir.
-¿No la quieres? Devuélvemela. Ahora mismo. Para celebrarlo haré que se la follen todos mis invitados -sus crueles carcajadas retumban en los oídos de Will-. Deberías ver tu cara... No has cambiado, Will, de niño tampoco querías compartir nunca tus juguetes. De acuerdo, sobrino. No te alteres. Sé lo que quieres. Hay un decodificador que invierte su programación y anula completamente la acción de los chips que controlan su organismo. Tú volverás a tu aburrida vida y ella será libre. Pero ¿de verdad deseas que sea libre? ¿Completamente libre para decirte que no? ¿Para irse con otro? El decodificador impide que recuerde nada de lo ocurrido. Es posible que se enamore de ti a primera vista y caiga rendida a tus pies. Pero es más probable que quiera volver a su mundo rural, con su gente, donde más de un primo suyo acabará follándosela en el pajar -Ethan vuelve a reírse con ganas.
-Dame ese decodificador, y acabemos con esto de una vez -dice Will, intentando de nuevo mantener la calma. Ethan hace una señal a Perra31, y al rato ella vuelve con un sobre cerrado que le entrega a Will.
-Tu perrita es la mejor, Will. No habla mucho, pero utiliza la lengua muy bien en otros aspectos ¿Eh? Vamos, Perra31, ve ahora al entarimado que hay cinco invitados que requieren tus servicios -mira a su sobrino y hace un gesto condescendiente con la mano-. ¿Ves lo bonito que es saber compartir? Comprendo que no quisieras compartir a Ana, tu esposa...
-No te atrevas a nombrarla, que tu boca ensucia su nombre... -Will vuelve a alterarse y los gorilas se acercan de nuevo.
-¡Jajajajajaja! Ni siquiera eso me agradeces... Ana fue una estupenda adquisición. Modelo Esposa 3217. La programé especialmente para ti. Lástima que muriera en aquel accidente. Pensé que un poco de diversión con un nuevo modelo te gustaría más.
-Ana era... -Will le mira confuso-. Era mi esposa, ella me amaba... Tú... Tú me la presentaste...
-No, Will. Yo te la compré. Te compré la esposa perfecta. Si lo deseas, puedo programar a tu perrita para que sea un modelo esposa 3217 como la anterior... Jejejeje.
Will se levanta de la silla y los guardaespaldas se mantienen en alerta. Está mareado, la cabeza le estalla, necesita respirar, no puede creer lo que su tío le está diciendo.
-Estas verde, Will. El cuarto de baño está a tu izquierda.
Cuando el hombre se dirige al servicio, Mía contempla con horror que ha dejado suelta su correa.
-¿Amo? ¿Amo? ¡AMO! -le implora, con los ojos muy abiertos, pero Will ni siquiera puede oirla.
Dentro del cuarto de baño hay una fuente, unos urinarios y una jovencita pelirroja con la carita y el cuerpo salpicados de pecas.
-Puedo sujetársela al orinar, señor, dejársela bien limpia con la boca después, puede orinar sobre mí si le apetece... ¿Señor? Señor...
-¡Joder!
-Sí, señor, también me puede joder -la joven se pone de espaldas con las manos en la pared.
-Que no... Coño... -Will se lleva las manos a la frente, el dolor de cabeza le está matando.
-Claro, señor, mi coño es todo suyo -la chica entonces se da la vuelta y se abre los labios de entre las piernas con los dedos, esperando.
-¡Lárgate! ¡Quiero estar solo! ¡LÁRGATE! -Will empieza a reírse sacudiéndose, con carcajadas histéricas, y la chica atemorizada sale corriendo.
Ana... La dulce y perfecta Ana... era una ilusión. Su amor por él no era real, sólo una respuesta a la manipulación de su organismo, su amor era una respuesta refleja a un estímulo condicionado por un chip, peor que el babeo de los perros de Pavlov.
Hunde la cabeza en la fuente para despejarse y contempla después su imagen en el espejo. Es un hombre apuesto, de cabellos claros y ojos azules como el mar y posee una considerable fortuna en bienes, tierras, caballos de pura sangre... Puede ofrecerle a Mía todo lo que se le antoje. ¿Por qué no iba a quedarse con él cuando la libere? No desea una esposa programada como Ana, ella sólo fue una ilusión, una falsedad. Su amor por él era falso, manipulado, artificial... Y no quiere una esclava manipulada mediante chips. Quiere que Mía le desee de verdad, que sea libre para desearle, para amarle.
Will se detiene al salir del baño. La sangre se le para en las venas. Sobre el entarimado central Perra31 demuestra que posee unas habilidades de coordinación de movimientos absolutamente asombrosa, ya que satisface a cinco hombres a la vez. Su boca chupa con fuerza a uno de ellos y con sus manos masturba a otros dos, sin perder el sentido del ritmo al mover sus caderas contra un cuarto y quinto hombre que la penetran por delante y por detrás.
Pero Will ni siquiera se ha percatado del espectáculo que ofrece Perra31. Sólo puede ver a Mía. A Mía con la cabeza entre las piernas de su tío Ethan, lamiendo su miembro, engulléndolo con deleitación. De pronto ya no siente dolor de cabeza, sino una extraña sensación de calma. La calma que siempre precede a las peores tempestades, el momento de fría quietud antes de que se desate el terremoto de cólera, la ira de los dioses que claman venganza. Y el Dios de Mía está furioso. Inmensamente furioso.
***
Mía solloza quedamente. Los brazos le duelen, las cuerdas rasgan sus muñecas tras tantas horas en la misma posición, de pie, con los brazos elevados atada a un gancho del techo. La boca le arde por tantos lavados con ácido acético puro, para "desinfectarla", como dice su amo. Ojalá pudiera ella hacerle entender el asco que le revolvía el estómago al tener que chupar esa hedionda polla llena de repugnante semen, que ella lo hizo porque su amo así lo quería. Dejó suelta su correa. Ese gesto da plena libertad para que la esclava pueda ser usada por quien lo desee con pleno consentimiento de su legítimo propietario. Y ella no podía negarse a obedecer una orden de su amo.
Su amo... su Dios... lleva días sin tocarla, sin usarla. En ocasiones entra a desatarla para alimentarla frugalmente, darle algo de agua y llevarla al baño. La ducha con agua helada murmurando para sí que es una zorra, una zorra caliente que necesita refrescarse, que ni siquiera es una perra, porque los perros no traicionan a sus amos. Pero no la toca. Ni siquiera le ha pegado con las manos. Y Mía desespera cuando su amo después de aplacar su furia con la fusta se masturba lanzando el semen sobre su cara, y es que la mordaza le impide lamer ni siquiera unas gotas de su sabroso y necesario néctar. Los escalofríos la invaden por el deseo inmenso, acuciado por el funcionamiento continuado de los vibradores introducidos en su ano y vagina y el estimulador de clítoris. Mía se muere, se muere por dentro... Anhela, ansía, se consume del deseo por la polla de su amo, su cuerpo parece que vaya a reventar si no la satisface ya, ya... ¡YAAAAAA! Pero sus súplicas son en vano, y su amo no la toca, no la toca, no la folla...
***
Will sabe que lo tiene que hacer. Debe hacerle comprender. Es como un animal, y hay que tratarla como tal. Como trata a los pura sangre de sus establos. Adora a sus caballos, pero deben ser domados. Deben saber quien es su amo. De niño etiquetaba con cuidado todas sus cosas, ponía su nombre en sus utensilios de escritura en el colegio, en sus juguetes, para que nadie los tocara, que nadie los usara. Eran suyos. Por eso debe etiquetarla, con su marca, como a los pura sangre, a fuego. Así nunca olvidará a quien pertenece y aprenderá a respetarle y a obedecerle, así todos sabrán quién es su dueño y nadie se atreverá a tocarla, a usarla. Porque es su animal, es su juguete... suyo y de nadie más.
Los rayos iluminan el cielo tormentoso cuando Will se dirige al establo a buscar el hierro de marcar.
***
La tormenta hace tiempo que ha pasado, el cielo deja caer gotas de lluvia reposadamente. Tras la videoconferencia con su tío Ethan, Will se desmorona. Mía no es culpable de nada. Fue culpa suya. Le soltó la correa. Fue como una orden expresa de dejarse utilizar. Las risas crueles de su tío aún resuenan en sus oídos, por todo lo que le ha dicho, todo lo que le ha dicho... Y no es cierto. Le demostrará a su tío que no es cierto.
-Fue ese código, al decirlo me hizo así de cruel, un monstruo enfermizo con ansias sádicas, fue ese código -se repite incesantemente.
Porque su tío le ha dicho que no, que el código no tiene nada que ver. El vínculo entre amo y esclava sólo se establece si el propietario posee esa tendencia oscura, la predisposición a la dominación extrema, y en su caso estaba ahí, oculta, pero siempre ahí.
Al abrir la puerta el olor a carne quemada aún se percibe en el ambiente. El cuerpo de Mía luce las marcas de los azotes como la manifestación simbólica de un cuadro abstracto. Trazos rojos sobre lienzo blanco. Y en su nalga izquierda, la firma del pintor grabada a fuego. Le extrae los vibradores y la mordaza, la desata con cuidado y la deja bocabajo sobre la cama. La pobre chica está casi sin sentido.
Will abre el sobre y saca el pliego de papel contiene escrito el número decodificador.
Está tan bonita... El cabello alborotado, las marcas en su piel, su sexo húmedo, ardiente, expectante... La coloca de rodillas, se quita la ropa despacio y la posee así, como la primera vez, agarrando sus pechos con fuerza, embutiendo su miembro con frenesí en su canalito estrecho y caliente, gozando de su cuerpo, demostrando su superioridad y su benevolencia cuando le dice:
-Córrete ahora, perrita, córrete...
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! -la chica grita de placer y se convulsiona al recibir la orden de su amo junto con su chorro de semen en un orgasmo tan fuerte e intenso que su debilitado cuerpo no puede soportar y se desmaya del éxtasis.
El pene se desliza suavemente hacia fuera junto con un reguero de fluidos calientes. Will se sienta en la cama, respirando agitado, su corazón trotando como un caballo desbocado. Es curioso. Roza con los dedos la marca en la nalga de la chica. W. Su inicial. Vista al revés es una M.
-Eme de Mía.
Un pedazo de papel es lanzado por una ventana del ala este de la mansión. Cae sobre un charco del patio y los trazos se empañan hasta que la tinta se diluye en un borrón turbio, tan turbio como clara está la mente de Will ahora.
-Soy tu amo, siempre lo seré - la toma entre sus brazos y la mece como a un bebé, acariciando sus cabellos suaves-. Siempre serás mía, mi muñequita linda, mi mascota, mi esclava, mía... Mía.
Mía abre los ojos, se sumerge en el azul mar de los ojos de su amo y sonríe feliz, y ronronea de gozo cuando su amo la coge bruscamente del pelo para premiarla con una buena ración de delicioso semen que pronto saboreará complacida y mientras chupa y lame feliz piensa en lo bueno, maravilloso y generoso que es su amado amo. El mejor amo.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario