jueves, 8 de enero de 2009

La Bella y la Bestia I (Versión perversa de la historia)

LA BELLA Y LA BESTIA. Versión perversa de la historia.

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(En los cuentos de hadas clásicos existen los monstruos, los ogros, las brujas, los seres malignos, siniestros... Este no es un cuento para niños ni para almas sensibles: es un cuento perverso. Lamentablemente, la maldad también existe en el mundo real).


En la plaza hay mercado y se respira el bullicio de la gente. Hay puestos de cacerolas, telas, fruta, carne, pescados, pieles... Las moscas revolotean, los mendigos claman suplicantes y los volatineros hacen las delicias de los niños de caritas sucias que les contemplan extasiados. Pero allí por donde pasa la joven, todos se vuelven a mirarla. Su belleza es extraordinaria, aunque lleve ese sencillo vestido viejo y sus hermosos cabellos castaños recogidos en un apretado moño. Es como si a su paso se desprendiera un halo de luz especial.

Maxim contempla la escena desde el espejo mágico en su alcoba en la torre del castillo y aprieta los puños. La escena del mercado se disuelve y vuelve a reflejar su imagen.

Es un hombre de ropajes nobles de terciopelo y brocado, con rostro hermoso de ojos oscuros y cabellos largos y negros como la noche, sujetos con una cinta de seda. Sus ojos brillan y su boca se tuerce. Es algo superior a él. En cuanto la vio por primera vez deseó poseerla, su miembro se yergue ansioso y su mano acude a sacudir el deseo, amenizado por todo lo que en su mente sabe que va a hacerle en cuanto la tenga en su poder.

-Bella, Bella... -Repite como una letanía, mientras sacude su miembro con ímpetu.

La imagina desnuda en la mazmorra, atada de pies y manos, su mirada de terror, sus lágrimas de miedo, sus súplicas pidiendo clemencia cuando él le susurre al oído cómo se la va a follar. Está seguro de que es virgen. Mmmm... Síiii... Será mucho más gratificante ser el primero y desflorarla con la mayor brutalidad, hacerle todo el daño posible... Hacerla gritar, sí... Imagina sus alaridos cuando le muerda los pechos y le atraviese el coño.. Siiiií... Se lo va a destrozar, le va a destrozar el coño a pollazos con su enorme verga . Ohhh... Jodeeerrr... Síiiiiiiiii.... Aaaaaaahhhh... Gime y se corre al imaginarlo.

No recuerda haber sentido un deseo así por ninguna mujer antes. Recuerda con añoranza las incursiones en los poblados tras el ataque de su ejército, en las numerosas invasiones que emprendió, hace ya mucho tiempo, antes de la maldición. Esos sí eran buenos tiempos.

Los soldados forzaban a cualquier mujer que encontraban a su alcance y él se regocijaba al contemplarlo. Le excitaba enormemente ver a una tierna doncella siendo doblemente penetrada por sus hombres, se masturbaba oyendo sus gritos desgarradores, luego se corría sobre el cuerpo de la víctima, antes de rematarla con la espada. Sin embargo él nunca participaba en las violaciones. Sólo se limitaba a mirar, ya que no le atraía en absoluto el contacto físico con otro cuerpo. Eso era algo que le repelía profundamente.

Hasta que vio a Bella.

Esa tarde de verano le pidió a su espejo mágico que le mostrara lo más deliciosamente bello de los alrededores, y el espejo le mostró a esa joven que tomaba un baño en el lago. Era una diosa emergiendo del agua, de piel blanca perfecta, senos opulentos, caderas voluptuosas, piernas torneadas y carita de ángel envuelta en una melena castaña que escurría con las manos.

Ay, dioses y demonios del averno... cómo la deseaba... Nunca había deseado algo tanto en su vida... Bueno, sí. Una vez. Y ese deseo cambió totalmente su existencia. Ya han pasado más de cien años desde aquello, pero lo recuerda como si hubiera sucedido ayer.


-No, no, no... -el conde de Marais mira a su hijo Maxim de doce años con desprecio-. Eres débil, y los hombres débiles no sirven para gobernar con disciplina. Eres tan simple como tu madre. Menos mal que ella tuvo la decencia de morirse pronto y evitarme cargar con ese lastre. Dentro de un tiempo todo el condado será tuyo y mírate. ¿Te llevo de caza para esto? No eres un hombre. Los dioses te han colmado de dones especiales, mágicos, y tú los malgastas así, con estas sensiblerías propias de damiselas estúpidas. Me avergüenzas, Maxim, me avergüenzas... La culpa es tuya. Eres una niñita. Eso eres. No eres digno de llamarte hijo mío.

Su padre se aleja de él. Sus palabras se le clavan en el pecho, como la flecha en el lomo del ave antes de que el joven la extrajera y le diera un soplo de vida al animal. La perdiz vuela, pero Maxim la contempla ahora amargado. Lo que más desea en este mundo es complacer a su progenitor, anhela que le mire con respeto, así que eleva el rostro hacia el cielo y grita conjurando a todos los dioses, a todos los espíritus del bosque, suplicando que su compasión, su bondad, y todo aquello que le haga débil quede encerrado en el fondo de su corazón, confinado para siempre.


Así ocurrió. Los espíritus malignos del bosque le concedieron su deseo, y poco a poco, el niño dulce y tierno que era se fue convirtiendo en un hombre déspota y cruel.

Pero lo que el joven no sabía es que todo tiene un precio. Las hadas ofendidas por su comportamiento cada vez más aberrante y por haber despreciado los dones otorgados, le maldijeron a vivir eternamente encerrado en su castillo, donde quince días de cada mes, de luna llena a luna nueva se convertiría en una bestia horrible y sólo recuperaría su forma humana cuando la primera hebra de luna cosiera el cielo, hasta el siguiente plenilunio.


Vuelve a mirar el espejo, ahora salpicado de semen, y contempla a la hermosa joven que sigue comprando en el mercado de la ciudad. Bella sería suya. Ya sabía de qué manera conseguirla. Ayudado de la magia negra, no será difícil urdir la trampa que conducirá al castillo a Clermont, el padre de Bella, preparar el cebo y esperar a la presa.





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¿Y todo por una rosa?

Una rosa. Una rosa roja, perfecta, de aroma embriagador, reposa ahora al lado de Bella en esa mazmorra. El cínico obsequio de ese hombre cruel tras cada violación, tras cada ultraje. Una rosa. ¿Esa es la causa de su desdicha? ¿Una simple rosa?

Bella despierta en ese frío y húmedo sótano del castillo. No, no ha sido un mal sueño, no, vive en una horrible pesadilla. Está hecha un ovillo sobre ese camastro, su maltrecho cuerpo desnudo tirita de frío, se retuerce de hambre, de miedo, de dolor.

El dolor tiene muchos nombres, muchos colores y ella ya se los conoce todos.

Conoce el dolor verdoso de los vómitos de hiel y semen. El dolor rojo, el sabor de su sangre cuando él le partió el labio con ese primer golpe; rojo como los crueles azotes, cuando se resiste. El dolor morado, vestigio entre sus piernas cuando él la fuerza a abrirlas para abusar de su cuerpo sin piedad. El dolor azul, del frío de piel desnuda. El dolor blanco y agudo, cuando él la penetra de golpe, en seco, de forma brutal, golpeando, invadiéndola, desgarrando, insistiendo en ese punto de la cérvix que ahora late maltratado y ardiente después de su última visita.

Y sobre todo, el dolor que más duele, el dolor negro. Ese dolor interno, en su espíritu, en su alma. El dolor de la desesperación.


Ay...Bella. Quién te ha visto y quién te ve... Eras la joven más hermosa del condado. Las gentes decían que habías sido bendecida por las hadas, no sólo por tu hermosura comparable a las criaturas celestiales, sino también por tu gracia interior.

Bella, la dulce Bella, de carácter afable y voluntarioso, siempre tenía en su boca una palabra amable con todo el mundo, con sus hermanas malcriadas, que más que ayuda, eran un incordio de quejas y protestas; con su amado padre, que confiaba en que la diosa fortuna le volviera a favorecer y arriesgaba sin mesura sus escasos bienes en negocios imprudentes y alocados que invariablemente estaban condenados a fracasar.


Bella no maldice a su irreflexivo padre por haber atajado camino volviendo del puerto por el bosque prohibido, el bosque maldito, ese bosque que todos dicen que está encantado, donde muchos de los que entran nunca lograron salir de él. No le odia por haber allanado sin permiso ese castillo ruinoso y tétrico y haber cortado una rosa, porque esa rosa era para ella, regalo especial para su amada hija Bella, su flor preferida, su hija preferida, su niña del alma.

La joven no le recrimina nada a su padre cuando éste le contó su terrible destino. Que ese caballero extraño, ese príncipe brujo de poderes oscuros exigía la vida de su progenitor por la infracción cometida. Por haber cortado una rosa de su propiedad.

No. No odió a su padre. Vio el miedo y la súplica en sus ojos. Sus labios no se lo pidieron, no se atrevió a hacerlo, pero sí sus ojos. Y evidentemente, Bella fue a interceder en su favor, pensando que sí, que sería capaz de convencer a ese hombre. Y pudo convencerle, claro, pero con otro trato.



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-No... Por favor... Otra vez no... -sentada en el suelo, sus rodillas se cierran instintivamente y recula hacia atrás, el culo desnudo apoyado contra la fría piedra. La joven Bella empieza a temblar y sin poder evitarlo, las lágrimas vuelven a mojar su rostro. Es ridículo llorar y suplicar. No sirve de nada, no con alguien tan inhumano como él.

-Sí, otra vez, sí... Mi hermosa Bella -la voz de Maxim es cortante, áspera, se relame los labios-. Todas las veces que quiera. Puedo hacer contigo lo que quiera, todo lo que desee...

Deja la tea encendida en el gancho de la pared de la mazmorra y va desnudándose, dejando un rastro de prendas de encaje y rico terciopelo oscuro en el suelo. Su miembro ya está erguido y se le aproxima amenazante.

-Eres mi juguete, mi putita, mi hermoso juguete sexual, y voy a jugar contigo hasta que me harte, hasta que revientes si ese es mi deseo -se agacha y sus manos empiezan a sobar sus blancos y redondos pechos, apretando con fuerza los pezones rosados- mmmmm.... siii... y procura divertirme, porque si me canso de ti, te ofreceré a mis sirvientes para que jueguen contigo también cuando les apetezca, así que no me jodas, pórtate bien y abre las piernas, zorra.

Bella soporta sus manoseos repulsivos, que amasan sus pechos, oprimiendo con fuerza y bajan a sus muslos. Con dos dedos de la mano izquierda separa los labios vaginales y ve como se aproxima el dedo anular de la mano derecha, bien erguido, a la entrada de su sexo.

El dedo anular se le mete dentro de la vagina dolorida, hurgando, removiéndose, girando en uno y otro sentido. Le sigue el dedo índice. Bella ahoga un quejido cuando le intoduce otro dedo más. Continúa apoyada contra el suelo, con las piernas bien abiertas, apretando los dientes, mientras el hombre saca y mete los dedos.

Maxim se incorpora y la agarra bruscamente del pelo, acercándole la cara a su miembro.

-Ponte de rodillas y chúpamela. Hazme una buena mamada

Bella se arrodilla frente a él y sujeta su erguido miembro desde la base con la mano temblorosa. Ya sabe lo que tiene que hacer. A la fuerza lo ha aprendido. Se lo mete en la boca y empieza a chuparlo y lamerlo con los ojos cerrados, procurando no pensar en otra cosa que en hacerlo bien, la boca bien apretada, su cabeza subiendo y bajando, chupando sin parar un instante, lamiendo, aleteando la lengua por la punta, intentando que se corra pronto y sobre todo concentrada en soportar las náuseas, no provocar su furia , y no vomitar cuando le embista dentro de la boca y se la llene de semen.

-Mmmmm... Eso es... Asíiii. .Mmmm... Cada vez lo haces mejor... Mnnn... Siiiíi... Trágatelo todo. Eso es. Todo. Trágatelo.

Ella traga la espesa leche, chorro a chorro, intentando no ahogarse, concentrándose en sujetar su estómago que parece que repele esa sustancia a medida que entra por su garganta, se limpia las comisuras de la boca con el dorso de la mano y sigue mirando el suelo. Al menos no la ha penetrado, aún. Tal vez lo haga después. La sacude un estremecimiento al pensarlo. Aún está dolorida por los desgarros que le causó la última vez, cuando no contento con violarla salvajemente, se entretuvo después introduciéndole el mango del látigo durante horas.

Maxim la mira. Está rendida, en el suelo, con la mirada baja, ausente... Pero no. No es suficiente. Nunca es suficiente. No es solo el deseo de abusar de su cuerpo. Desea mucho más. Quiere humillarla, vejarla. Desea abusar de su alma, romperle el alma. Tiene que romperla, romperla, romperla. Tal vez sea por su olor, por su aroma a inocencia, por su belleza, pero hay algo en ella que le obsesiona. Quiere destrozarla, pero no sólo por fuera, quiere destruirla por dentro.

-Casi echo de menos cuando te resistías. Era más divertido. Esa mirada de terror en tus ojos al verme entrar, tus piernas y brazos agitándose, intentando huír, peleando como una fiera... Ahora mi zorrilla ya está bien domada.

Se acerca a la pared y desengancha el látigo.

-Date la vuelta. Ponte de rodillas, a gatas.

-Por favoooor, no vuelvas a hacerme daño... No me pegues... Haré lo que quieras -suplica la joven, angustiada.

-Tienes un culito precioso -le abre las nalgas con las manos y mango del látigo roza su ano-. Te preguntarás por qué no te lo he roto aún. No será por falta de ganas, querida, pero tu culito es mi moneda de cambio, y he de mantenerlo apretadito y virgen para poder negociar con él.

El mango se desplaza lentamente hacia adelante y comienza a frotar con fuerza el clítoris, provocando un efecto de sacudida desagradable en el cuerpo de Bella.

-Esta noche tenemos invitados a cenar. Unos magos ilustres con los que estoy pactando un intercambio. Tu culo por el cristal de Bjiers. Un cristal oscuro es muy valioso, pero tu culito también, preciosa. No eres como cualquier mujer, las hadas te bendijeron y eso puede olerse en ti. Los magos podemos olerlo. Eres tan atractiva para un mago como un rayo de luz para una polilla. Irresistible.

Deja el látigo a un lado, y mientras una mano se mantiene ocupada introduciendo dedos en la vagina y pellizcando el clítoris, la otra mano se dedica a pellizcar sus pezones. Bella se muerde los labios y reprime los sollozos. Mientras, Maxim sigue hablando.

-Me encanta pellizcar tus botoncitos. Disfruto mucho.. mmm... Me pasaría horas haciéndolo, querida... Bueno, de hecho eso lo sabes, que puedo pasarme horas haciéndolo, ja ja ja. ¿Sabes una cosa? Estos magos son extraños. No les gusta forzar a las mujeres, así que debes fingir en todo momento que te gusta lo que te hacen, que disfrutas como una loca cuando te la metan por el culo.

Maxim le baja más la cabeza y sube sus caderas. Se sitúa detrás de ella y roza el ano con la punta de su miembro, tentando desde el ano a la vagina, de atrás adelante, en un sentido y en otro.

-Mmmm... Dioses... Qué tentación... Es una lástima... Mmmmmm... Me encantaría abrirte ahora el culo, pero me abstendré, me quedaré con tu coño, que también es bien lindo y prieto. Pórtate bien esta noche, ya que tienes una grata sorpresa. He invitado a cenar a tu familia también. Tu padre y tus hermanitas vendrán para ver lo feliz que eres viviendo conmigo, querida. No me defraudes. Si algo sale mal y no consigo mi cristal, te juro que yo mismo desvirgaré a tus tontas hermanitas con la punta de mi espada.

Y la penetra, se lo clava de golpe, incrustándosele dentro a traición ese nuevo cruel tormento que ha de soportar: el temor por sus hermanas.

-¡No! No les hagas daño. Puedo hacerlo. Puedo fingir que me gusta. De verdad que puedo hacerlo.

-Pues convénceme. Convénceme que te gusta lo que yo te estoy haciendo ahora.

Bella entonces se separa de él, bruscamente, se da la vuelta y le mira. Parece increible que un hombre tan guapo, con un rostro tan hermoso como el de un ángel, tenga el corazón tan vacío y el alma tan negra.

La joven respira hondo. Puede hacerlo. Lo que sea, hará lo que sea menester. Así que se pone a horcajadas sobre su regazo y le sonríe. Sus manos le acarician los hombros, el pecho, la espalda, coge su miembro y lo acomoda en la entrada de su vagina y baja despacio, y sube y baja ensartándose una y otra vez, gimiendo, con los ojos cerrados.

-No. Abre los ojos y mírame. Dime que te gustaaaa... Mmmm... que disfrutas de esto como una zorra... Pero dímelo mirándome a los ojos.

-Por todos los dioses, Maxim... Me encanta... Aaaaahhh... -se mueve más rápido, cabalgando sobre él y le coge las manos y se las lleva a los pechos bamboleantes sin dejar de mirarle-. Me encanta sentir tu enorme verga en mis carnes, bien dentro de mí, llenándome toda. Me encanta saborear tu polla, lamerla y chuparla hasta que me regalas tu leche. Quiero que me folles bien fuerte por detrás... Que me metas la polla bien dura, bien adentro.

Maxim la levanta en volandas y se lanza sobre ella, penetrándola de nuevo.A cada embestida, hace chocar su cabeza contra la pared.

-¡Asíiiii! -gime Bella- ¡Fóllame! ¡Fóllame así! Me gusta... Mmmm... No pareeeees... Fóllame, fóllame así... AAaaaaahhhhhh....

El hombre se corre extasiado, sujetándola del cabello, tirando de su pelo con fuerza en cada embestida. Luego se ríe de forma cruel.


-Perfecta. Absolutamente perfecta. Voy a disfrutar viendo cómo te rompen el culito. Ha sido una magnífica actuación, hermosa Bella. Si no fuera porque estabas más seca que un hueso me lo hubiera creído. Pero me gusta que sea así, que estés seca. ¿Sabes por qué?

-Sí. Lo sé -la chica se vuelve a mirarle, aún a gatas, con la.palpitación sorda del dolor desgarrador en su vagina, de ese ardor que le abrasa por dentro, puede sentir la repugnancia de su semen resbalándole por las piernas- Te gusta que esté seca porque no quieres que me guste. Deseas que me duela. Y no. No me gusta. Y me duele, me duele horriblemente. Me da asco que me toques, me repugna todo lo que me haces, te aborrezco con todas mis ganas. Te odio. Te odio con todas mis fuerzas. Nunca había odiado a nadie, nunca hasta ahora. Pero a ti te odio, te odio, te odio... Odio tus manos que me tocan sin permiso, que aprietan mis pechos con brutalidad, que urgan en mi sexo con saña, que me azotan y golpean con furia. Odio tu voz burlona y dura y tu aliento cuando me jadeas encima y... y tu...tu aquerosa polla, cuando... y odio tu olor, porque hueles a maldad, porque si la maldad tuviera nombre propio, se llamaría Maxim. Te odio, Maxim, te odio...

Las palabras de la joven hacen que Maxim sonría más y estalle en una carcajada. Lejos de incomodarle son como un afrodisíaco para él y vuelve a estar excitado.

-Calla, que sé que estás loca por chuparme la polla otra vez, pero tendrás que esperar, que hace apenas unos minutos que me he corrido. -Se sienta sobre el camastro y flexiona las piernas-. Me gusta que me odies, zorra lameculos, eso eres para mí, una vulgar lameculos. Anda, hazlo. Lámeme bien los huevos y ve hacia atrás hasta que tu lengüita se vaya metiendo en mi culo despacito y suavemente una y otra vez. Tenemos tiempo, nuestros invitados llegarán en cuanto se ponga el sol. Pero no te preocupes, zorra, que cuando me corra, recogeré mi leche en la palma de la mano, para que la lamas después. No dirás que no te alimento bien.

Bella reprime la espontánea sacudida en la boca del estómago y el gesto de repulsión y vuelve a arrodillarse ante él, pero esta vez sin lágrimas en sus ojos. No va a volver a darle la satisfacción de verla llorar de nuevo.

O eso es lo que piensa ella, porque para él sigue sin ser suficiente. No, hasta que no esté completamente rota y hundida. Para Maxim aún no ha empezado a llorar.


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Bella se mira al espejo en la lujosa habitación del castillo, donde ha tomado un baño, se ha peinado recogiendo con una cinta sus rizos castaños. Su rostro sigue siendo excepcionalmente hermoso, aunque las ojeras oscuras rodean sus ojos y su mirada refleja el desaliento y el miedo. Aunque Bella se bañe una y mil veces y frote su cuerpo con el esparto, jabón y agua helada hasta enrojecer la piel, sigue sintiéndose sucia, sucia, asquerosamente sucia. Es como si no pudiera quitarse su olor de encima, y por mucho que se enjuague la boca, no logra encubrir el sabor de su repugnante semen.

Antes de abandonar la mazmorra, una rosa roja adorna el escote en el precioso vestido rojo de seda y encaje, situada entre sus pechos, con las espinas bien clavadas en su carne. No serán las únicas espinas que se le claven en el pecho a la joven esa noche.


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-¡Nooo! -grita Bella, de forma espontánea, luego se intenta calmar y actuar con normalidad-. No, es mejor que mis hermanas no se queden a la demostración de los magos. Son muy jóvenes y necesitan descansar ya, que ya es muy tarde.

-Bueno, queridas, yo lo he intentado. Vuestra hermana manda. -Maxim mira a las jovencitas con aire fingidamente contrariado, las chicas miran con odio y envidia a su hermana mayor, que les ha aguado la fiesta-. Ha sido un placer teneros aquí, amenizando nuestra cena, sois muy habladoras para lo callado y silencioso que es vuestro padre, supongo que será herencia de carácter de vuestra difunta madre.

-Si, la cena ha sido deliciosa, pero creo que estamos esperando con ansiedad nuestra... actuación, estimado Maxim -replica uno de los magos, mirando a Bella con lascivia.

-Sí, lo sé. Id pasando a la sala de ceremonias, en seguida acudimos nosotros. Despídete de tu familia, Bella. Mañana se irán temprano y seguramente tú estarás demasiado... Cansada para madrugar.

Bella intenta besar a sus hermanas, pero éstas, enfadadas, se marchan a sus aposentos tras los sirvientes que les indican el camino. Con un gesto compungido, se acerca a su padre sonriendo tristemente e intenta retener las lágrimas.

-¿Estás bien, hija? Te... Te veo... Distinta. Hija... Yo... Debes saber que si pudiese volver atrás, te juro que...

-Ssssshhh... Padre. Estoy bien. No te preocupes, estoy bien.

-Pero él, tú... él te... te... -el hombre mira hacia el suelo, incómodo, sin saber cómo continuar.

-Sí, señor -interrumpe Maxim sonriendo-. Me follo a su preciosa hija, todos los días. Dos, tres o cuatro veces al día, como un animal salvaje, y ella disfruta como la puta viciosa que es. Le gusta comerme la polla como una perra golosa, pero nunca es suficiente, es una ninfa hambrienta, una zorra deseosa de pollas a todas horas, su culito está ansioso de buenas vergas, por eso hoy quiero complacerla con esta fiesta de iniciación al sexo anal. ¿No es cierto, querida?

Maxim se acerca al oído de Bella, a la que le tiemblan los labios espantada, metiendo la mano en su escote, sobando sus pechos, y la otra bajo la falda del vestido, manoseando el culo, ante la atónita mirada de Clermont.

-No olvides que debes obedecerme. Esta noche todo lo que yo te proponga te va a encantar -le susurra a la joven-. Recuerda que el filo de una espada pende sobre el tierno coño de tus hermanitas.

La joven respira hondo, reprime las ganas de morder con furia y chupetea los dedos que el hombre le mete en la boca fingiendo lascivia. Su padre se retira con el rostro encendido y la mirada baja.


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-Sí, sí síiiiiii... Qué culoooo... Mmmmm... qué estrechooo... Mirad, mirad como se mueve. Estás ansiosa ya, ¿verdad bonita?

-Déjame tocarlo un poco a mí otra vez, Alfa, trae el óleo que me unte los dedos.

Bella está desnuda en la sala de ceremonias, apoyada sobre su vientre en una especie de reclinatorio, que separa sus piernas y que deja su trasero bien expuesto. Los cinco magos se han ido turnando, introduciéndole los dedos impregnados en aceite en el ano, manoseando, chupeteando y mordiendo sus nalgas.

-Ya tienes ganas, ¿verdad nena? ¿Quieres ya mi polla en tu culito? Mirad cómo se revuelve... Está ansiosa -ahora es Delta quien mete dos dedos y procede a abrir su túnica. Su miembro aparece erguido como una gruesa vara oscura y venosa.

-¿Y por qué has de ser tú ? -le aparta Beta, de un empujón.

-¡Eso digo yo! -exclama Epsilon-. Todas las piezas que forman el cristal son igual de importantes. ¿Por qué no puedo ser yo el que se la folle primero?

-Tranquilos, no os peleéis -se aproxima Maxim, sonriente-. Tengo la solución. Jugaremos a un juego muy divertido. La chica no puede vernos, así que empezará quien yo señale, que para eso soy el maestro de ceremonias. Bella irá diciendo vuestros nombres. Si la chica adivina el nombre del que cree que se la está follando, éste dejará de hacerlo y seguirá otro.

Todos asienten. Bellas les oye reír y cuchichear. Maxim se acerca a su oído

-Ya sabes. Mueve el culo hacia esa polla, la que sea, y gime como una perra en celo.

Bella siente ya la presión en su esfinter. Siente como se le introduce poco a poco invadiendo su carne. Aunque ha sido suavizado por el lubricante y dilatado su ano con los dedos, Bella no puede reprimir los nervios y su ano se contrae. La polla no se detiene y va avanzando. Bella refrena su movimiento reflejo de alejar su culo de ese dolor, impone su voluntad a su instinto y se mueve hacia esa maza de carne, que se le incrusta mucho más adentro. Al menos no se la ha metido de golpe, y se mueve con cierta delicadeza, despacio. Aún así los gemidos de Bella simulando placer, realmente expresan su dolor e incomodidad.

-¿Te gusta, zorra? -pregunta Maxim, desde atrás.

-Mmm... Sí... Síiii -finge la joven y mueve más las caderas.

-¿Quieres que te la meta más hondo, verdad? -continúa él.

-Sí, que me la meta más, toda... Que la meta toda... Síiii.

Mientras, el de atrás sigue empujando, arremetiendo algo más fuerte, golpeando ya los testículos contra su carne.

-¿Quién crees que te está follando, Bella? -pregunta Maxim, al cabo de un rato.

-Alfa... -la polla no se detiene, se oyen risas-. Beta...

-No -se ríe Beta- No soy yo. Cuando sea yo seguro que lo sabrás, mi polla es mucho más grande.

-Delta... -gime Bella. el de detrás de ella sigue empujando, ahora con más fuerza-. Ga... Gammma... -ahora acelera las embestidas-. Es... aaaah... ¡aaaah!

-No, guapa -responde Epsilon-. Noooo.. No soy tampoco yo. Adivina quién.

Bella está confusa. ¿Es Maxim entonces quien la está sodomizando? En ese momento ve a Maxim frente a ella, que se acerca sonriente y le susurra algo al oído.

A la joven la cabeza le da vueltas, no, no es cierto... No puede ser... Pero oye el estruendo de las carcajadas a su espalda, y mira a Maxim.

Sí, es cierto lo que le ha dicho. Ya sabe quien está sodomizándola y sus ojos se llenan de lágrimas. Maxim toca sus mejillas húmedas y las lágrimas se convierten en pequeños cristalitos oscuros, que guarda en una cajita dorada. Luego abre su túnica, saca su miembro y empieza a masturbarse. Cada embestida desde atrás hace que ella se precipite hacia adelante y las lágrimas le mojan la punta de la verga al rozarla contra su cara.

-Mmmmm... Por su cara, yo diría que el viejo se está corriendo ya -se ríe uno de los magos-. ¡Córrete tú también en la cara de la zorra, Maxim!

Bella cierra de nuevo los ojos, asqueada, para evitar que le salpique. El semen brota ahora de su ano y caen lánguidos hilos de leche de su cara a la alfombra persa, mientras Clermont abandona la sala de ceremonias sin pronunciar ni una palabra.

-Eres el mago más retorcido que conozco, Maxim -reconoce Alfa-. Te has ganado el cristal de Bierjs. Sabes cuánto nos gustan las demostraciones de afecto... mmm... paternal, y esta ha sido extraordinaria.

-Bien, señores, excelentes, sí. -Maxim recoge las cinco piezas que forman el cristal que le entregan los cinco magos en sendos cofrecitos grabados con símbolos extraños y le brillan los ojos-. Ahora la chica es toda vuestra. No sólo su culo. Para expresaros mi reconocimiento podéis disponer de todo su cuerpo para usarlo como queráis. Folladla bien duro, como soléis hacer, en plan salvaje.

Maxim se acomoda en el sitial a contemplar el espectáculo.

Cuando empieza a clarear el día los magos ya han abandonado el castillo. Bella yace extenuada en el suelo. Todos los orificios de su cuerpo destilan semen. Se ha pasado prácticamente toda la noche chupando pollas mientras uno u otro la penetraba vaginal o analmente. Medio ida se dejaba follar en la boca, en el coño, por el culo, hacía lo que le pedían, aguantaba el dolor desgarrador de esas pollas que la taladraban sin miramientos. Los grabados de la alfombra persa se enturbian de semen y rojo, bajo el cuerpo de la joven.

-Mírate... -la voz de Maxim es cortante como el filo de una navaja-. Das asco... Eres sólo una sucia y vulgar puta. La nena de papá, la niña bonita. Y mírate ahora. Eres también la sucia puta de papá. ¿Crees que todo esto es por una rosa? Eres hermosa, pero imbécil. Tu padre vino a por un préstamo para sus negocios y accedí, pero con su vida como aval.. Cuando su siguiente negocio fracasó, quiso más dinero, pero entonces exigí tu vida a cambio. Y él accedió.

-Eso no es cierto... No... -logra articular Bella.

-No. No es del todo cierto. No consintió tan fácilmente, no. Y yo sabía por qué. Soy capaz de ver lo más oscuro de los corazones, los deseos más siniestros, viciosos, ocultos, vergonzantes...
¿Nunca te has preguntado por qué tu padre ha rechazado a todos tus pretendientes? Algunos tenían grandes fortunas y no exigían el dote usual. ¿Crees que lo hacía por tus reticencias? ¡Lo hacía porque te quería para él! ¡Porque siempre ha querido follarte!

-No... No...

-Sí... Sí... Y en el fondo lo sabes. Accedió a entregarte a mí con la condición de estrenar tu culito. No fue necesario que lo dijera. Lo vi en su corazón. Lo cual me vino muy bien para convencer a los magos en la negociación por el cristal. No hay nada que les guste más que una buena demostración de amor filial. Ya has visto cómo se calentaron... -con una carcajada cruel la coje del pelo y la pone de rodillas-. Y ahora... Un poquito más de leche no te hará daño. Chúpamela.

Entonces Bella alza la vista hacia él y le mira fijamente a los ojos.

-¿Por qué me miras así? -Maxim se revuelve, agitado.

- Tú puedes ver lo más oscuro de los corazones, pero yo puedo ver lo más puro. Y en tí no veo nada. Nada. Por mucho que hagas, por mucho que me hagas, nunca estarás satisfecho, nunca has sido ni serás feliz, ¿verdad? No te sientes bien, no te complace nada, porque no tienes corazón -Bella sube la mano, roza su pecho desnudo bajo la túnica, y continúa mirándole con compasión- Me das pena.

Maxim siente dentro un extraño escalofrío repulsivo, nota la mano de Bella como un hierro candente, y sus ojos, con esa extraña mirada compasiva, le hacen retroceder temblando de furia y aversión. La ira estalla por triplicado cuando oye las siguientes palabras de la joven.

-No sé qué ha pasado esta noche, qué extraño embrujo has hecho, pero sé que el amor de mi padre hacia mí es sano, puro, inocente... Lo sé, lo sé. Lo sé, igual que mi cariño hacia él. Pero tú... Ahora lo veo... Dioses... ¿Qué te ocurrió para ser así? ¿Fue tu madre, que te abandonó? No, no es eso. ¿O fue tu padre que no te quería? ¿O es que tu papá te amaba demasiado, de forma equivocada?

El hombre está pálido. Gotitas de sudor cubren sus sienes, un sudor frío como la muerte baña su piel, y un ardor intenso de fuego le quema en el centro del pecho y se expande por sus venas como cal viva. Se aleja en silencio de la sala de ceremonias. Vuelve al momento, y lleva en la mano un látigo de siete colas y una soga.

-Por favor, nooo... noooo... -suplica aterrorizada la joven, pero Maxim está fuera de sí. Lanza la soga y la engancha en un brazo de la enorme lámpara de araña, luego ata el otro extremo a las muñecas de Bella y tira hacia arriba, dejándola casi suspendida en el aire, con los brazos en alto y las puntas de los pies rozando el suelo.

Se acerca a su oído y le susurra, con las mandíbulas apretadas, los ojos echan chispas, ya con el látigo levantado. Nunca ha estado tan, tan furioso.

-Mi querida zorra... No puedes hablarme así. Nooo... El próximo espectáculo, la siguiente actuación de nuestros queridos y sádicos magos será protagonizado por tus dos hermanitas. Será un gozo contemplar cómo las violan una y otra vez mientras tú me chupas la polla.

Un alarido de horror surge del fondo del pecho de Bella.

Le siguen otros gritos desgarradores, simultáneos a los chasquidos del látigo al estrellarse contra la carne.

Y finalmente, el silencio.


CONTINUARÁ en el siguiente capítulo:

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