miércoles, 16 de junio de 2010

BEND AND BREAK



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RECUERDO DE UN VIERNES DE JUNIO 1967

Paco se envuelve en el albornoz. Hoy es viernes y ha terminado su jornada laboral algo más temprano. El serrín del taller ha quedado postrado en la superficie del plato de la ducha. Intenta domar su cabello oscuro y rizado hacia atrás. Se mira al espejo, agarra la brocha y el jabón y se afeita concienzudamente. Recorta con las tijeritas unos pelillos de sus patillas, unos ligeros golpecitos en la cara con masaje Varon Dandy y sale al pasillo, hacia la cocina. Se acerca a su mujer, abre el albornoz y se restriega contra su trasero.

-Que no, Paco. Ahora no... ¿Pero qué haces? ¿No ves que estoy fregando platos? Tengo la comida al fuego y...

-Shhhhh...

Paco besa, lame el cuello de Amparo y le mordisquea el lóbulo de la oreja, desata el lazo de su delantal y baja suavemente la cremallera de su vestido, introduciendo las manos desde la espalda hasta los pechos, acariciando los pezones con suavidad

-Que vengo como un toro, Amparito. ¿Qué quieres? La culpa es tuya, que me provocas con ese cuerpecito serrano, y es que hueles tan bien...

-¡Ay, Paco! ¡Cómo eres! ¡Siempre con ganas de lío! -Amparito se estremece de deseo con las caricias de su marido pero aún no quiere dar su brazo a torcer-. Ahora no... Paquito...

Pero sus bragas están ya más mojadas que las manos que se hunden en el agua del fregadero. Siente su erección rozándola y sin poder evitarlo se oprime contra él, inclinándose, invitándole sin ofrecer la más mínima resistencia.

El hombre se sonríe y baja despacio sus bragas de algodón y se las quita. Desde atrás acaricia el vello suave de su pubis y su dedo sigue explorando inquieto entre su sexo húmedo.

-Uy, uy... ¿Y tú eres la que me decías que no? ¡Si te estás derritiendo, mujer! -prosigue con calma con sus caricias complacientes que desatan suspiros y gemidos cada vez más agudos, más acuciantes, más urgentes.

-Paquitooo... Mmmm... Métemela yaaaaaa.... Que me muero de ganaaaaaas... Mmmmm...

Y Paco no se hace de rogar. Levanta el faldón plisado de su vestido, toma su miembro con una mano y lo guía hasta la entrada de su vagina. Cierra los ojos y lo introduce con fuerza, sintiendo el calor de las nalgas suaves contra él, el ardor de su sexo estrechito que le abraza con gusto y le apremia a moverse con ímpetu.

Amparo se agarra del borde del fregadero, moviendo sus caderas. La embiste tan fuerte que casi le levanta los pies del suelo. A ella le encanta que se lo haga así, fuerte, rápido, duro. Y sus manos revoltosas son diestras en darle placer, acariciando sus pechos, sus pezones duros, su clítoris hinchado y ansioso.

Los platos esperan resignados en el fondo de la pila. El caldo del arroz en la olla se consume poco a poco. La vecina del tercero se vuelve a escandalizar por la ruidosa fogosidad de la parejita del piso de abajo, que no paran, por Dios, que no paran... Hasta que se oye el gemido intenso de Amparo, último gemido de gozo al sentirse bien regada por el semen de su marido, plena, satisfecha, feliz.

Paco se retira despacio, sacando su miembro, respirando con fuerza, con su corazón latiendo a mil por hora. Las gotas de semen y fluídos resbalan libres entre los muslos de la mujer. Le da la vuelta y la contempla. Sus mejillas están arreboladas, sus ojos brillantes, mechones de su cabello alborotado le caen sobre la cara, fugados del presidio del moño y las horquillas. Y así, despeinada, sudorosa y sonjojada a Paco le parece más bonita que nunca. La besa dulcemente.

-¡Ay! ¡El arroz! -Amparo corre a apagar el fuego-. ¿Ves? ¡Ya se ha quedado sin caldo! ¡Está pasado!

-Tranquila mujer. Sabes que me gusta así, melosito, como tú.

El arroz con pollo estará pasado, pegajoso como engrudo y un poquito quemado, sí, pero a Paco le sabrá a gloria.

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RECUERDO DE LA PRIMERA VERBENA. JULIO 1963

La plaza mayor del pueblo está decorada con guirlaldas, banderitas y farolillos de colores. La orquesta vuelve a entonar un pasodoble y las parejas se mueven al ritmo de la música alrededor de la fuente. Ropa de domingo, aroma a buñuelos y fiestas patronales. En el puesto de bebidas Paco no le quita ojo a la chica morenita que habla y se ríe con sus amigas. De vez en cuando ella levanta su vista hacia él, pero la retira enseguida.

-¡Paco, coño! ¿A qué esperas? -su amigo Manolo le sacude el hombro con la mano-. Se te va a escapar como no le digas algo. Anda, no seas imbécil y ve a sacarla a bailar.

-¿Pero tú la has visto? ¡Es preciosa! Y tan fina y educadita... Que es de la capital... Y mírame a mí, un pedazo de bruto de pueblo. Seguro que se me ríe en la cara.

-Pues mira, so mulo. El Jacinto ya se te ha adelantao y la ha sacao a bailar.

-¡La madre que lo parió! ¡Ese es un cerdo que sólo quiere sobarla y arrimarle el ciruelo! -Paco apura su copa de Soberano, se arma de valor y se dirige como un rayo hacia la pareja.

La chica intenta separarse del pulpo como buenamente puede, toda sofocada, hasta que llega ese chico alto y moreno, ojos color chocolate, ese que la mira tanto, y que ahora golpea en el hombro al indeseable.

-Este baile me lo tenía la chica prometido, Jacinto, así que ya le puedes quitar tus zarpas de encima si no te las quieres ver conmigo.

La expresión firme y decidida de Paco no admite discusión. Jacinto se retira moviendo la cabeza y Paco toma entre sus brazos a la joven y empiezan a bailar.

-Ha...Hace poco que vives en el pueblo ¿no? -pregunta el joven-. Tus padres son los que han abierto la nueva mercería en la calle Mayor ¿verdad?

-Sí -Amparo levanta la cabeza para mirarle y se ruboriza. Sus pies se mueven al ritmo del pasodoble Paquito el Chocolatero y su corazón late a un ritmo más vertiginoso. Siente el calor de su mano izquierda en su espalda, guiándola al bailar y haciéndola girar. Su mano derecha contra la suya, palma contra palma, manos sudorosas, nerviosas.

-¿Te.. Te gusta el cine? Mañana echan Las chicas de la Cruz Roja en el Centro Parroquial.

-Ya la he visto -no se atreve a mirarle, sus mejillas están encendidas como la grana.

-Ah... Bueno -la decepción del chico es evidente.

-Pero me gustaría verla otra vez -alza de nuevo la vista y le sonríe.

-¿Cómo te llamas?

-Amparo.

-Paco.

Y Paco la hace girar de nuevo, feliz. La sonrisa de la chica es más luminosa que las centenas de farolillos que cubren el cielo en la plaza mayor del pueblo.

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RECUERDO DE UNA TARDE EN EL CALLEJÓN DE ATRÁS. VERANO 1964

Las bocas se unen ardientes, labios húmedos y lenguas deseosas. La mano del hombre se desliza ansiosa entre los muslos de la mujer. Ella la retira, pero la mano vuelve insistiendo en alcanzar su objetivo.

-¡Que no! -Amparo le aparta la mano de un manotazo-. Sabes que no. Así que no sigas por ahí o harás que me vuelva a enfadar, Paco. Que no me respetas. Que soy una mujer decente y sabes que hasta que nos casemos, nada.

-Pero es que no puedo dejar de tocarte... Me estás volviendo loco. Te deseo... Te deseo tanto... -vuelven a besarse con pasión y esta vez las manos reinciden atacando a dúo, una en el escote hacia los pechos y la otra por debajo de la falda.

-¡No! -lo separa de un empujón-. ¿Es que crees que soy una.... una... como la Popotitos? Sí, no me mires así, que sé como miras a esa pechugona cuando te sirve la copita en la tasca. ¡Y el otro día vi por la ventana que le estabas tocando las tetas!

-¿Yo? Aaaah... Pero no seas tonta, mujer. Tenía un bichito y le lo estaba quitando. Sólo era eso, no pienses mal, que a mí sólo me gustas tú -vuelve a querer acariciarla, pero Amparo le para los pies, enfadada.

-Sí. Un bicho... ¡Tú sí que eres un bicho! ¡Y un cerdo! ¿Es esto lo que quieres? ¿Que me abra de piernas? Tú no me quieres, Paco, si me quisieras me respetarías. Siempre la misma discusión, siempre vas buscando lo mismo... ¡Y siempre acabamos igual! Que no, que no me quieres Paco...

-¿Pero cómo no te voy a querer? Si te quiero tanto que me muero por ti, por besarte, por tocarte, por... -las manos van hacia su trasero locas de deseo, atrayéndola hacia él, y sólo consigue un nuevo rechazo.

-¡No! -sus ojos echan chispas de furia- ¡Para ya! ¡Me voy a mi casa! ¡Si lo único que quieres es tocar carne y meter el churro, ya puedes ir buscando a esa Popotitos!

La chica se aleja decidida de la penumbra del callejón hacia las farolas de la calle. Dobla la esquina y se dirige a su casa. Paco la sigue en silencio, apretando las mandíbulas. Esta vez no van cogidos de la mano paseando, sino cada uno por su lado, ella delante con paso ligero y él detrás. Cuando llegan al patio ella saca la llave del bolso, abre y entra sin volverse. Paco se aleja hacia su casa. Está caliente, muy caliente. Caliente por el enfado y caliente por la erección que le oprime contra la cremallera de su pantalón de pana y que le exige alivio inmediato.

Entra en la casa saludando a sus padres con un escueto buenas noches, madre tejiendo en la mecedora, padre dormitando en el sillón, y va directo a su dormitorio, cerrando la puerta. Allí desabrocha su pantalón, abre la cremallera y saca su miembro duro. Se sienta sobre la cama y cierra los ojos. En su mente está su boca, sus ojos, sus manos, su piel suave, la forma turgente de su escote, sus besos pasionales, su olorcito a canela y a hembra. Y se la imagina desnuda, debajo de él con sus piernas rodeándole... y la mano de Paco se agita cada vez más rápido hasta que se derrama sobre esa camiseta vieja que usa para esas ocasiones, empapándola de semen tanto como su mente está empapada de Amparo, de suspiros por su preciosa Amparo.

Mañana harán de nuevo las paces, él le pedirá perdón, sí, pero volverá a insistir a la más mínima oportunidad, que ya está harto de solitarios, de torear sin toro, que sí, que las mujeres no lo entienden, que son diferentes a los hombres. Ay, Amparito, si supieras todo lo que siento... Si tú lo supieras...

Y en la soledad de su cuarto Amparo cierra la puerta, se quita su falda tres cuartos y el sueter gaspeado, se libera del sujetador y las bragas. Se tumba sobre la cama y recuerda sus manos fuertes sobre ella, sus labios uniéndose, lengua en su boca al encuentro con la suya, batiéndose en duelo, voraces. Recorre con sus manos su cuerpo, acaricia sus pezones y se encamina a aliviar el fuego que nace en sus entrañas y late entre sus piernas, soñándole y susurrando, sí, Paco, siiiiií... Porque cuando su mente y su voz afirman que no, su corazón y su cuerpo le gritan que sí, que siiiií... Y es que cada vez es más difícil, más difícil pararle los pies, pero tiene que hacerlo, tiene que hacerse valer, que ya lo dice el refrán, que el hombre promete hasta que mete, y después de metido nada de lo prometido. Pero es tan difícil negarse... Ay, Paquito... Si tú supieras todo lo que siento... Si tú lo supieras...

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RECUERDO DE UNA NOCHE DE TORMENTA 1983

-¿Pero qué haces ahí? Son casi las dos de la madrugada. ¿No vienes a dormir ya? -Amparo se estremece bajo su bata desde la puerta del comedor.

-Sí. Ya. En cuanto me acabe la copa y el cigarro voy -la tempestad arrecia, la lluvia cae con fuerza y los truenos retumban tras la aparición fugaz de los relámpagos.

-¿No crees que estás bebiendo últimamente demasiado? Ayer compré la botella de coñac y ya solo queda un cuarto -se sienta a su lado en el sofá, frente a un televisor encendido que a esas horas sólo emite las líneas monótonas de la carta de ajuste.

-Claro... -Paco se revuelve con los ojos rojos y aspecto cansado-. Como ahora eres tú la que lo pagas todo, ya no puedo ni tomarme una puta copa en mi propia casa. Anda, que hay que joderse.

-Sabes que no lo digo por eso, sabes que te lo digo porque...-el trueno retumba.

-¡Maldita sea! -agarra la copa y la estrella contra la pared. Luego se sienta y se tapa la cara con las manos, sollozando-. Ya no sirvo para nada. Casi un año ya en el paro y mantenido por mi mujer. Menudo hombre estoy hecho. Con cuarenta tacos, sin oficio ni beneficio, que ni siquiera se me empina ya. Menudo negocio hiciste al casarte conmigo. Quería dartelo todo, tenerte como una reina y mírame, más te valdría divorciarte de mí, ahora que ya se aprobó la Ley, que para lo que valgo...

-¡No digas eso, Paco! Sólo...Sólo es una mala racha, pronto encontrarás trabajo, ya lo verás -le toma las manos y las aparta de su cara-. De momento nos apañamos con mi sueldo, nos da para pagar la hipoteca y comer, aunque nos tengamos que apretar un poco el cinturón y... Bueno... En la tienda el encargado me ha dicho que es posible que necesiten a alguien para los repartos. Les he hablado de ti. Mañana mismo vas bien tempranito, antes que que le den el trabajo a otro. Vamos, Paco... Vamos a la cama. Sabes que no puedo dormir si no te tengo a mi lado.

Y Paco se levanta, apaga el televisor y la luz y sigue a Amparo hasta el dormitorio. Ambos se acuestan. Paco se vuelve de espaldas. La tormenta continúa y ninguno de los dos duerme.

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RECUERDO DE UNA MAÑANA DE DOMINGO 1998

-Amparo... Despierta... Que estoy...

-¿Que estás? -la mujer se vuelve somnolienta y luego le mira-. ¿Que estás qué? ¿Estás enfermo? ¿Te duele algo?

-No. Que estoy empalmao. Mira -Paco le muestra el bulto de su pantalón de pijama con ilusión.

Amparo se muerde los labios. La verdad es que no le apetece nada tener sexo, desde que tuvo la menopausia no siente el mismo deseo que sentía antes y casi agradece las cada vez más frecuentes ausencias de erección de su marido propias de la edad.

-Aprovecha, Amparito, que esto no pasa todos los días y hoy tocan las campanas, que es día de fiesta y encima no tenemos que currar -Paco se ríe.

La mujer le mira. Su cabeza ya no tiene ese ensortijado y rizado cabello oscuro. Ahora luce una calva brillante en el cráneo, pero su sonrisa es la misma y el brillo de sus ojos de color chocolate no ha cambiado, a pesar de las patas de gallo. Ya pasan de los cincuenta. Ella tampoco es la misma. Ha engordado bastante, los kilos de más se le han estancado de manera inflexible y ya no luce esa cinturita de avispa ni esos pechos firmes. La edad y la gravedad no perdonan. El amor, sí.

-Te... ¿Te apetece? -Paco la sigue mirando muy animado y Amparo es incapaz de negarse.

Así que abre su pantalón e inclina la cabeza entre sus piernas, lamiéndole el glande. Luego levanta la cabeza y le sonríe.

-Me apetece más esto. Hacía tiempo que no te comía, pajarito, y hoy me voy a dar un atracón.

El hombre respira aliviado. Tampoco está muy seguro de que la erección sea tan firme como para una penetración. Suspira profundamente cuando siente la lengua, los labios, la humedad de la saliva. Esa boca experimentada que conoce cada pliegue de su piel, que sabe cómo hacerle gemir, que le regala placer y vida cada vez que la cabeza sube y baja entre sus piernas.

-Ampariiitoooo... Síiii... Aaaay, qué bueno... Pero qué boca tieneeeees... Que vas a hacer que me corra yaaaaaaa...

Amparo recuerda cuando los grandes chorros de semen golpeaban con fuerza dentro de su boca. Ahora fluyen más serenos y la eyaculación es menos abundante. Se lo traga y relame bien todo el miembro que ya reposa flácido en su boca.

-Ay, Amparo... -Paco la abraza y están un rato así, abrazados, sin decir nada, luego él la mira.-. Te quiero. Cásate conmigo.

-Pero si ya estamos casados -la mujer se ríe.

-Ah. Pues si ya eres mi esposa, anda, levántate y prepárame el desayuno.

-De eso nada, monada. Te levantas tú y me traes el café y las tostadas a la cama, que me lo he ganado, listillo.

-Sí, señora. Lo que mande la señora. Hoy soy su fiel mayordomo a su completo servicio.

-Pero mira que eres payaso. Anda, ve y haz el desayuno, que luego necesitaré un buen masaje.

Paco se ríe y se levanta de la cama silbando.

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RECUERDO DE UNA NOCHE DE INVIERNO 1972

-No. Me duele la cabeza -Amparo se vuelve de espaldas a su marido.

-Siempre te duele la cabeza. Llevamos meses sin hacerlo, desde que... Bueno, déjalo, da igual. Yo tampoco tengo ganas ya.

Tercer aborto espontáneo. Infección producida por gérmenes patógenos en los ovarios y trompas de Falopio. Esterilidad. Incapacidad para la maternidad. Nunca podrá darle un hijo, tres ilusiones, tres decepciones y nada. Al final nada. Vacío. Amparo siente ese extraño vacío dentro de ella, ese cuarto infantil que decoraron con tanta ilusión la ahoga en el vacío y el silencio, esa casa que imaginaba llena de risas infantiles y caritas lindas de pelito rizado se le viene encima como una losa, una losa pesada llena de vacío.

La mujer intenta aguantar y tragar el nudo que le ahoga en la garganta, pero no puede. Las lágrimas apremian por romperse en sus ojos y solloza quedamente.

-Por favor, cariño, Amparito, mi vida, no, no llores -el hombre se le acerca por detrás y le susurra al oído-. No te me hundas, por Dios, que no sé qué hacer cuando te pones así, que me muero por dentro cuando llego a casa y te veo tan triste, que eres mi vida y mi todo, que necesito ver tu sonrisa que me ilumina el alma, que sin ella yo me apago. Y si está de Dios que no podamos tener hijos, pues no pasa nada, seremos tú y yo, pero no me llores más, que no sé qué hacer para que vuelvas a ser feliz, que daría mi vida porque me volvieras a sonreír como antes, por volver a oír tu voz cantando en la cocina, que si te me hundes, me hundo contigo porque no sé qué hacer para sacarte a flote de nuevo.

Y Amparo se vuelve y lo ve. Lo ve en sus ojos.Ve en sus ojos la más absoluta adoración, el fervor en sus labios que besan sus lágrimas, de sus brazos que la consuelan y confortan. Esa noche Paco le hace el amor despacio, con una ternura extrema, mirándola a los ojos en todo momento.

Y Amparo le sonríe.

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RECUERDO DE LA NOCHE DE BODAS. 17 DE MAYO DE 1966

Se seca con la toalla blanca tras lavarse en el vidé, esa toalla nueva con las iniciales bordadas de los dos. A-F. La toalla reposa sobre el lavabo con unos bordados nuevos, mezcla de flores rosáceas con pétalos rojos de sangre y blancos de semen después de haber sido estrenada.

-Lo siento, te... ¿Te he hecho mucho daño? -Paco la mira algo nervioso cuando ella sale del baño y vuelve a acostarse.

-No... No mucho... Bueno, un poquito, pero es normal, es la primera vez.

-He intentado ir con cuidado, cariño, y además, estaba tan excitado que creo que ha sido demasiado rápido y tú... Vamos... Que tú no...

Amparo le mira y levanta los hombros. Estaba tan nerviosa... Él la besaba y acariciaba, y sí, fue muy dulce y tierno, pero aún así le dolió, y cuando empezaba a sentir algo más que ese dolor... Pues ya. Paco que pone los ojos en blanco, los muelles del colchón dan sus postreros crujidos y el hombre que se desploma sobre ella.

-Ven -Paco la sienta sobre él de lado y la besa con dulzura, le quita el camisoncito blanco de encaje y blonda y lame sus pechos con deleite.

-Mmmm... Paco... Apaga la luz...

-No, deja encendida la lamparita de la mesilla de noche, por favor. Quiero verte. Déjame verte.

La tumba sobre la cama y se acomoda sobre ella, sus labios siguen rozando, su lengua rodeando los pezones, baja por el vientre liso y suave, y sigue bajando, bajando, lamiendo sus ingles, soplando su aliento caliente sobre su sexo, abriendo los labios con los dedos y... Y Amparo cree que se va a morir, que se va a morir de placer si sigue así, que esa lengua la está matando, poquito a poco, con premeditación y alevosía, y hunde sus dedos entre los cabellos rizados de Paco, subiendo más las caderas hacia esa lengüita perversa que la está enloqueciendo.

-Pacoooo...Paquito... Mmmm.. Asiiiií... Siiiiiiiiiiiiiií... AAAAAAAAAAAAAAAAAAH

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MARTES, 26 DE FEBRERO DEL 2008

-Cuántos recuerdos... -Paco contempla con arrobación a su mujer que duerme plácidamente a su lado-.Toda una vida. Más de cuarenta años juntos... Sí, Amparito, toda una vida... Y no te queda nada, nada... A veces me miras como si quisieras decirme algo, pero no encuentras las palabras. Cada vez te cuesta más. Esta misma tarde, cuando me preguntaste: "¿Está lloviendo, cariño?" y al momento me lo volviste a preguntar, y luego otra vez, y otra y otra... Mi voz se asfixiaba en mi garganta al responderte que no, que lucía un sol espléndido, que lucía un maravilloso sol en el exterior, que las nubes negras solo pueblan tu mente, mi amor. Tus recuerdos se han cubierto de nubes negras.

Paco acaricia suavemente el cabello canoso de su mujer, procurando no despertarla. Ahora al menos duerme más tranquila gracias a los efectos de la medicación.

-Toda una vida de recuerdos perdidos. Tuvimos nuestros buenos momentos, sí, y nuestros momentos malos también. Pero eran nuestros. Tuyos y míos. Ahora son sólo míos. En tu mente se han ido diluyendo, corroídos por esa maldita enfermedad, la gran A, la bendita A de Amparo y la muy hija de puta A de Alzheimer. Y yo me asfixio, no quiero doblegarme, no quiero romperme, pero me estoy rompiendo, porque tú siempre has sido mi amparo y mi refugio, mi vida y mi ser, y ahora me muero al ver esa mirada perdida en la nada, esa mirada vacía que no me reconoce, que pronto no me recordará. Pero escúchame, cariño...

Cuando... Cuando no recuerdes ni tu propio nombre, cuando todas las caras conocidas te parezcan la misma, encuéntrame por la mañana cuando te levantes... Encuéntrame por la mañana al despertar. Porque a no ser que me encuente doblegado y roto, yo me encontraré contigo al otro lado, me encontrarás en la luz, que a no ser que me este asfixiando, me encontraré contigo por la mañana al despertar. Que mi corazón está amargado, dolorido, sufriendo, aguardando esta nueva vida que comienza... Pero me encontrarás por la mañana, cuando te despiertes, me encontrarás al despertar...

Bend and break

(Keane)

When you, when you forget your name
When old faces all look the same
Meet me in the morning, when you wake up
Meet me in the morning, then you'll wake up

If only I don't bend, and break
I'll meet you on the other side
I'll meet you in the light
If only I don't suffocate
I'll meet you in the morning, when you wake

Bitter and hardened heart
Aching, waiting for life to start
Meet me in the morning, when you wake up
Meet me in the morning, then you'll wake up.

If only I don't bend, and break
I'll meet you on the other side
I'll meet you in the light
If only I don't suffocate
I'll meet you in the morning, when you wake...



Nota de la Autora:

Este es un relato basado en mi personal interpretación de la canción de Keane, Bend and Break. Los recuerdos de Paco están desordenados porque en la mente surgen también de forma aleatoria, sin orden cronológico.



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