viernes, 11 de junio de 2010

LA HIEDRA II

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Quiero pensar que fue cierto, que esa noche los labios de Sonia me abrieron las puertas del paraíso, sin embargo cada vez estoy más convencida de que el cansancio y la sed que pasé en el infierno del agujero me provocaron alucinaciones. Supongo que sólo fue un bonito sueño. No sé qué pensar, porque lo viví tan real…

Tal vez ocurrió de verdad y Sonia me ignora de nuevo porque, bueno, ella tiene novia y claro, no querrá complicarse con otra historia, o es posible que yo le diera lástima, me encontraba en este estado tan patético, aunque… ¿sexo por compasión? Ridículo. Esas sensiblerías no parecen muy propias de la gran guerrera, tal y como lo está demostrando ahora en el patio de entrenamiento, atacando sin piedad a su contrincante.

Sus espadas de madera chocan con tanta fuerza que saltan astillas. La otra chica se protege con el escudo del incansable brazo, que no cesa de golpear, y en cada trancazo yo babeo al contemplar las sacudidas de las tetas de Sonia, exiguamente albergadas bajo un escueto peto que apenas le cubre el pezón, y sigo mirando embobada cada desplazamiento de ataque, que hace oscilar las tiras de cuero de la faldita, y descubre vestigios de ese culazo que desearía comerme enterito.

Finalmente la otra chica recula acobardada hasta que cae al suelo. Sonia la desarma de una patada y pone el pie en el cuello de la vencida. ¡Joder! Me levanto aplaudiendo. ¡Esa es mi chica! Y avergonzada me vuelvo a sentar en el banquillo, cruzando las piernas y contrayendo fuertemente el deseo que empapa mis braguitas.

-Se acabó el entrenamiento –se me aproxima Sonia, sudorosa, pletórica… preciosa-. Como se acerca el día de los juegos, esta noche nos ofrecen un bañito en las termas para relajarnos. Espero que sepas dar buenos masajes –me guiña el ojo, sonriendo, y yo recojo sus armas con tembleque de rodillas. Por unos instantes había conseguido olvidar la angustia que me oprime el pecho cuando recuerdo el futuro que me aguarda en esos malditos juegos.

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Bajo por las escaleras siguiendo a Sonia y a algunas otras chicas hacia los sótanos, donde se encuentran las termas. Tras una ducha, dejamos la ropa en el vestuario y, envueltas en toallas, pasamos a la sala principal.

Es como si nos hubiéramos colado en el decorado de una película de romanos… Entramos en un recinto amplio, con mosaicos formando dibujos de siluetas en blanco y negro en suelo y paredes. En el medio hay una gran bañera de roca. La fuente central la forman cuatro mujeres desnudas con cántaros volcados de los que caen finos chorros de agua caliente. Hay otras tinas más pequeñas a los lados, diversas camillas para masajes, bancos de mármol con bebidas y frutas exóticas… El aroma de las velas y los aceites esenciales armoniza con el ambiente relajado de la música de fondo.

En resumen, en las termas están mezclados todos los ingredientes para ser una delicia para los cinco sentidos. Sólo hay una cosa que me pone los pelos de punta. Las paredes tienen grandes espejos, y aun a riesgo de parecer paranoica, estoy convencida que tras esas paredes hay gente que nos observa.

Por fortuna Sonia se aleja del centro y nos situamos en la esquina más apartada de los espejos. Ya me he dado cuenta de que todas las mujeres están desnudas. Pienso que el nudismo es algo de lo más natural, sobre todo en estos casos, sin embargo cuando ella se quita la toalla para entrar en una de las tinas de sales aromáticas, no puedo evitar que se me corte el aliento. La observo en silencio durante un buen rato y por fin me decido a decirle algo.

-Te… Te ta – me muerdo la lengua e intento pronunciar mejor-. ¿Te traigo una bebida o alguna fruta?

-No, no… Y te aconsejo que tampoco comas ni bebas nada de aquí, o en pocos minutos puedes acabas como ésas.

Miro hacia la bañera central y compruebo que el ambiente distendido se ha vuelto algo más turbulento y ni siquiera me había dado cuenta. Los inocentes juegos de las chicas, salpicándose unas a otras, se han convertido en auténticos sobeteos y lametones de tetas con intenciones más evidentes. Distingo el cabello rojo de Sussú, tumbada en uno de los banquillos. Junto a ella está Hulkie, que lleva una tajada de coco en la mano. Sussú abre las piernas y la rubia le mete el coco en el coño unas cuantas veces. Luego lo saca y se lo da a comer a otra de las chicas.

Ahora es cuando estoy totalmente convencida de que esta gente también cobra entrada para ver este espectáculo a través de los falsos espejos. Por lo que Sonia me ha dado a entender, las frutas y las bebidas deben contener substancias desinhibidoras, y eso unido al ambiente, que predispone hacia el contacto placentero… pues obviamente al final esto ha derivado en una bacanal lésbica por todo lo alto.

Cuando me vuelvo, Sonia ya ha salido de la tina y me espera tumbada bocabajo en una de las camillas.

-Eh, tú, Patosa, deja de espiar a esas salidorras, agarra uno de esos frascos de aceite y dame un buen masaje.

Obedezco sonriendo, a pesar de que me llame Patosa, pero es que estoy deseando tocarla. Su piel es tan cálida… Me esmero en hacerlo bien. Fricciono con energía sus hombros, sus muslos, su espalda… con mis dedos pulgares sigo la línea de su columna y mis manos se detienen en su zona lumbar, donde mis dedos rotan con vigor impregnados en aceite con aroma a vainilla. Su culo es firme y resplandece como recién pulimentado tras mis friegas con el óleo. Insisto masajeando sus nalgas prietas, y así, como sin querer, rozo de vez en cuando la rajita con los pulgares tarareando de manera inconsciente la canción que suena, Sweet Child O’ Mine.

No es el ambiente tan caldeado, ni la música de jadeos y gemidos que me envuelven. No necesito tomar ninguna substancia para estar tan excitada que las gotas de mis fluidos resbalen por mis piernas. Es ella la que me hace enloquecer. Toda ella huele a vainilla y se me hace la boca agua al pensar en morder ese culito con olor a bollito recién hecho, besar esas nalgas, llevar mi lengua hacia dentro de su…

-Vale, ya vale… –Sonia se da la vuelta carraspeando, se levanta y posa la mano sobre mi cabeza, revolviéndome el pelo-. No eres tan patosa como suponía, al menos esto lo estás haciendo muy bien. ¿Sabes que estás muy guapa con ese pelo tan corto? Oye… ¿Te importaría darme un masajito en los pies?

Noto como la cara se me enciende todavía más… Y si no estaba lo suficientemente sofocada, ahora esto…

Temo que el aceite arda en mis manos en una combustión espontánea, ya que la tengo reclinada en el banquito frente a mí, con su pie casi rozándome el coño, el otro pie en mis manos, las piernas ligeramente abiertas y mis ojos tercos, que insisten obstinados en no apartarse de la divina visión de su rajita, enmarcada por ese diminuto triángulo de vello oscuro.

Me obligo a dejar de mirar. Levanto la vista y veo a Hulkie, que jadea sentada sobre la cara de Sussú y la cabeza de otra chica morena se encuentra moviéndose entre las piernas de esta última. Vuelvo a agachar la vista, joder, esto no hay quien lo resista. ¡No puedo más! Cuando estoy a punto de abalanzarme a comerme las natillas dulces del coño de Sonia sin miramientos, ésta cierra las piernas y se levanta enfadada.

-Vámonos ya, que esto se está convirtiendo en una orgía salvaje. ¡Venga, Patosa, espabila! ¡Agarra tu toalla! ¿No me oyes? ¿Tú es que eres sorda o idiota?

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No la entiendo… A veces parece que le gusto un poco y de repente cambia de actitud y vuelve a ser fría conmigo otra vez. Ahora está bien a gusto en su cama y a mí me tiene durmiendo en el suelo, aunque lo de dormir es un decir… esta será otra noche en vela.

Me gustaría contárselo a alguien, pero no puedo fiarme de Sussú, que se lo cotillea todo a Hulkie. Tengo que hacerme a la idea de que estoy sola y nadie va a ayudarme. Echo de menos a mis amigos, a alguien en quien confiar, a mi padre y a mi madre, que aunque no me hacen demasiado caso, sé que me quieren, aunque sea a su manera. Incluso echo de menos a Violeta, la Barbie esposa florero de papá, aunque no echo para nada a faltar su asqueroso perfume de olor a lilas. Puaf.

Lo que sí que tengo claro es que no voy a ser un espectáculo y acabar despedazada entre garras y colmillos. La madrugada del viernes intentaré escapar de nuevo, esta vez me descolgaré por el muro exterior, donde arraiga la hiedra, aunque lo más probable es que acabe estrellándome contra las rocas del acantilado. La hiedra... Creo que Sonia es como la hiedra. Yo quiero aferrarme a ella para intentar aguantar, mientras ella se mantiene aferrada a la frialdad de estas paredes.

Y si no la entiendo a ella, menos me comprendo a mí misma. No me he sentido así por ningún tío. He tenido un par de novios e infinidad de amantes y jamás he sentido el deseo desesperado que estoy sintiendo por ella. Nunca me he sentido atraída por una mujer, aunque tampoco es que me haya sentido verdaderamente atraída por un hombre. Siempre he utilizado el sexo como un simple desahogo sin más, como el postre de una noche de fiesta, sin embargo ahora es distinto. ¿Soy lesbiana? Pues no lo sé, y si así lo fuera… ¿Acaso eso importa? ¿Es tan importante poner una etiqueta a lo que sentimos?

Y no es el sexo en sí; si quisiera sexo, sé que aquí podría tenerlo con cualquier chica. Pero yo no quiero a cualquiera. La quiero a ella. Y no entiendo por qué.

Joder, el olor a vainilla llega hasta aquí y me está matando, necesito tocarme y aliviarme del calentón de esta noche.

-¿Dónde vas? –pregunta Sonia, encendiendo la lamparilla.

-Al cuarto de baño –contesto también secamente.

-Mira, niña, ya está bien. Quiero saber qué coño te pasa –se levanta de la cama decidida y me arrincona contra la pared-. Llevabas días con un comportamiento muy extraño, luego te meten en el agujero y aún no me has dicho por qué te castigaron. No vas a ninguna parte hasta que me lo digas

-¿Sabes una cosa? –Le doy un empujón y, por su cara de asombro, veo que no se esperaba esa reacción por mi parte-. Estoy hasta los cojones de ti. ¿Qué no voy a ninguna parte? ¡Voy donde me salga del coño! ¿Lo has oído?

Estoy tan furiosa e histérica que pierdo el control y sigo empujándola. Ella me sujeta una mano y yo con la otra me agarro a su pelo e intento morderla. Seguimos forcejeando hasta caer sobre la cama, donde Sonia se voltea, se sitúa sobre mí y consigue dominarme, sujetándome de ambas muñecas.

-¿Te vas a estar quieta de una puta vez o es que quieres que vengan las vigilantes si oyen el jaleo? ¿Es que acaso quieres volver al agujero, idiota?

-Vale. Suéltame entonces, capulla, y me largaré de aquí.

-¿Y adónde irás? ¿Con Hulkie? –se ríe.

-Sí –le contesto decidida-. Cualquiera es mejor que tú, de eso estoy segura. Al menos no dormiría en el suelo.

Deja de reírse y, aunque sigue encima de mí, afloja las manos.

-¿Es eso? ¿Estás cabreada porque quieres dormir en la cama? Me mortifica verte en ese rincón del suelo –me susurra mirándome de una forma rara- y sé que piensas que soy una zorra por cómo te trato, pero es que no puedo dejarme llevar por sentimentalismos ahora; tú no lo entiendes… No puedo tenerte en mi cama, a mi lado, porque estarías demasiado cerca. Entonces no podría obligar a mis manos a que se estuvieran quietas y no te tocaran; ni podría retener a mis piernas, que huirían de mí para enredarse entre las tuyas; ni sería capaz de contener a mis labios, que abandonarían mi boca para fundirse con los tuyos; ni podría…

Rápidamente aprovecho el momento en el que acaba por soltarme las manos para girar, colocarme sobre ella y no dejarla hablar más…

… porque mis labios devoran los suyos.

Hambrientas, nuestras lenguas se encuentran y se baten en duelo con coraje, respirando nuestras mutuas exhalaciones agitadas. Nos separamos un poco y nos miramos sin aliento. Entonces, cuando va a hablar, le pongo suavemente el dedo en los labios y le susurro al oído:

-Shhhh… Calla. Eres mía… Esta noche eres toda mía… -y la vuelvo a besar.

Me excita un montón el hecho de tenerla debajo de mí, a mi merced, de llevar yo las riendas por una vez. Voy desabrochando despacio, uno a uno, los corchetes de su camisoncito rosa. Aunque me posee un ansia rabiosa por arrancarle la ropa a mordiscos y lamer su coño hasta hacerla gritar, me obligo a ir despacio. Quiero disfrutar sin prisas de cada palmo de su piel, hacérselo lento y que ella se inflame con mis caricias hasta que no pueda más.

Me siento para poder quitarme la camiseta y las manos de Sonia, que se incorpora también, se apresuran a arrullar mis tetas, rozando con los dedos mis pezones… mmmmmm… De forma instintiva, veo que saca la lengua, que se pasea suavemente por su labio inferior. Su lengua me reclama, así que allí acude mi boca de nuevo, pero esta vez nuestras lenguas se abrazan, bailan lánguidamente y nuestros labios se besan degustándose sin apremios.

Oh, Dios… Qué sensación, sentadas una frente a otra… abrazarme a su cuerpo y sentir sus tetas contra las mías, rozándose su piel y mi piel. Acariciar esos pechos grandes y sentir en mi boca su pezón rígido, retenerlo con mis dientes, rodearlo con la lengua, mientras con la otra mano acaricio el otro pezón para que siga igual de duro. Esta vez sé con seguridad que no estoy soñando, esto es real.

Guío la postura de Sonia hasta tenerla a gatas sobre la cama. Mis dedos se pasean por sus braguitas rodeando el encaje y compruebo cómo tiembla de deseo cuando la acaricio por encima de la tela. Noto que el tejido está empapado. Me sitúo detrás. Tiro del elástico de la cinturilla y acaricio sus nalgas.

-Mmmmm… Qué bien hueles… Estás para comerte… -le doy unos lametones y mordisquitos al culo, mientras una mano se me desliza hacia su pubis húmedo. Me abro camino hasta rozar cuanto apenas su clítoris y Sonia se estremece agitando su melena oscura-. Apoya la cabeza en el colchón y abre bien las piernas.

Entonces le meto poco a poco un dedo, y luego dos, mmm… tres dedos dentro del coño la hacen suspirar de nuevo. Los dejo ahí, quietos, aunque Sonia no se queda parada y empieza a mover sus caderas. Ay, joder, cómo me está poniendo verla así, su culito vibrante y las tetas bamboleándose al ritmo de sus sacudidas… Estoy tan cachonda que voy a ser capaz de correrme de forma espontánea.

Pero quiero hacerlo durar, que no se acabe, deseo seguir jugando… así que mi otra mano sigue acariciando su hermoso culo, abriendo las nalgas, para poder llegar con mi lengua al ano. Cada vez que las caderas acuden hacia mis dedos, mi lengua chupetea alrededor de su agujerito. Saco los dedos y, bien impregnados de sus fluidos, los llevo hacia atrás, lubricando su ano, tentando, poco a poco, hasta que cede dilatado, y el dedo entra. Mantengo el dedo corazón en el culo, vuelvo a meter tres dedos de la otra mano en su coño y Sonia reanuda su meneo de caderas. Cuando empieza a jadear más y a sacudirse, saco los dedos, me abrazo a su espalda y amaso con ambas manos sus grandes tetas oscilantes.

-No, cielo, no vas a correrte tan pronto. Aún no he terminado contigo. Date la vuelta y túmbate con las piernas flexionadas.

Me sigue extrañando que haga todo lo que le digo, callada y sin protestar. Puedo comprobar que está ansiosa, los ojos le brillan… Ah, Dios, está preciosa... Tengo que volver a besarla.

No besamos de nuevo con pasión. Nuestras lenguas vuelven a jugar, hasta que la mía se fuga de su boca para esconderse entre sus piernas, dejando por el camino de su cuerpo un rastro de mi saliva en sus tetas, en su vientre y en sus muslos. Aaaah… qué delicioso es su sabor… tan exquisito… Quiero volverla loca, calentarla tanto que su orgasmo sea un estallido arrebatado.

Mi lengua bandida inspecciona cada pliegue de su carne, examina cada recodo, merodea furtiva hasta que encuentra la puerta y finalmente consigue allanar la entrada, colarse por la rendija y robarle a Sonia suspiros y estremecimientos de deleite.

Cuando mi lengua comienza a conspirar el ataque final, mi víctima se me rebela. Sonia me sorprende apartándose de mí. Entonces veo que cambia la orientación de su cuerpo en sentido contrario y repta de espaldas acercando su cabeza hacia mí. Adivino lo que desea cuando me quita las braguitas y me rindo a su hábil maniobra que deja mi coño a su alcance, en un 69 urdido con toda premeditación y alevosía.

Me inclino de nuevo hacia su coño y noto sus manos en mi culo, bajando el mío hacia su boca. La calma deliberada de nuestras lenguas rodeando el clítoris es una refinada y suculenta tortura que nos infringimos mutuamente. Al final Sonia se decide por un ataque directo y la emprende a lametones. Cada lamida es una descarga de placer que me hace gemir y acabo corriéndome sentada sobre su cara. Mi corazón se desboca y, como suele sucederme cuando alcanzo un orgasmo apoteósico, se me tapa la nariz y he de tomar el aire por la boca.

Cuando consigo respirar de nuevo con normalidad, continuo mi tarea de comida de coño, ahora ya sin preámbulos, directamente al clítoris. Empiezo a lamer con suavidad, desde adelante hacia atrás, dando círculos. Sonia jadea, se agita de nuevo y mete los dedos en mi coño. Quiero conseguir que se corra en mi boca, pero no sé si voy bien. Poso entonces mis labios succionando el capuchón con suavidad y reteniéndolo mientras la punta de mi lengua se endurece y comienza a moverse vibrante.

-¡Así, mmmm… así, no te pares ahoraaaaaa! ¡Me corro, joder, me corroooooo!

Se convulsiona y oprime mi cabeza con sus piernas y yo sigo lamiendo hasta que sus piernas se dejan caer lánguidas. Abandono su clítoris y lamo la entrada de su vagina. El sabor ha cambiado y es ahora algo más picante… mmmmm… seguiría comiendo coño toda la noche, pero ahora deseo verle la cara. Me doy la vuelta; la veo sonriendo, satisfecha, y acudo a sus brazos que me acogen con cariño.

-¿Te has quedado bien? –me pregunta-. A mí casi me matas del gusto, cabrona, jaja, me has puesto a mil. La próxima vez voy a sacar mis juguetitos y me vengaré de ti… Oye, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?

-Sí, sí…. No. No estoy bien -y acabo contando todo entre hipidos, lagrimones y sorbidas de mocos.

-A ver… Espera. No te líes. ¿Y dices que te enteraste de que planean tu muerte, escondida en un cuartito donde Bella estaba viendo un video en el que salía yo con mi novia? Empieza de nuevo y no te dejes nada.

Se lo explico otra vez, con todo lujo de detalles.

-Bien –me dice cuando acabo-. Todo esto es muy extraño. Y Lupe estaba en lo cierto… Es muy arriesgado para el centro.

-Lupe dijo que la jefa me quería muerta. ¿Qué ganaría Asunción con mi muerte?

-Oh, no, nena… Asunción es la directora, pero hay alguien más detrás, quien tiene la vara de mando en todo este negocio, alguien poderoso que se lleva sustanciosos beneficios. ¿Qué se ganaría con tu muerte? Pues no lo sé… Bueno, escúchame con atención. Prométeme que no vas a hacer ninguna tontería, como eso de intentar bajar por el muro. Sabes que acabarás con los sesos estampados en el arrecife. Júramelo.

-Sí, te lo juro…

-Perfecto. Y ahora mírame. Quiero que confíes en mí. No te va a pasar nada pasado mañana en los juegos. Déjalo todo en mis manos y no te preocupes más. No permitiré que te ocurra nada malo, ¿de acuerdo? ¿Está claro?

Es raro, pero la creo. Y noto un alivio inmenso, como si ya no estuviese en peligro. Me siento tan bien… Desde hace tanto que no me sentía tan, tan bien… así, tranquila y segura en sus brazos.

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-Oí el escándalo anoche… -me dice Sussú en el comedor, a la hora del desayuno-. Te armó una buena la puta de Sonia, ¿eh? No, no digas que no, que lo sabe to’ quisqui, oímos vuestros gritos y la pelea. ¿Te arreó? Puah, no t’agobies… Mañana te librarás de esa cabrona. Hulkie se la va a cargar. Sonia es buena peleando, pero nadie ha gana’o nunca a Hulkie. Le cortará la cabeza de un tajo, ya verás, tía… las apuestas van cinco a uno a favor de mi rubia. Sonia es ya fiambre, tía, te lo aseguro.

Sussú se aleja con su bandeja y yo me quedo de piedra. Pensando en mi problema y en mi propia seguridad no me había planteado ni por un momento que Sonia corriera también peligro en los juegos. Sé que ha ido a hablar por teléfono, así que dejo mi desayuno y me dirijo hacia allí.

Hay un par de teléfonos pegados a la pared. Sonia habla por uno de ellos.

-Si, cariño –la oigo decir, luego susurra-. Es importante que cambies el contenido. Exacto. Y me lo traes esta tarde. Sí, en una botella de mi perfume habitual. No, nadie sospecha. Nos vemos esta tarde, lo estoy deseando. Te quiero. Sí, mi amor. Te quiero, Ángela.

Me alejo de allí en silencio.

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-Estás muy seria –me dice Sonia, sentándose a mi lado en la mesa del comedor a la hora de la comida.

-¿Por qué peleas?

-Pues… Es un buen medio de sacar pasta. Yo me llevo un buen tanto –me dice, encogiéndose de hombros.

-Pero es peligroso, ¿no?

-La vida es riesgo, y me gusta lo que hago… Me encanta el subidón de adrenalina. Esa es la droga que me coloca a tope.

-Pero puedes acabar mal y lo sabes, malherida, o muerta, en el peor de los casos. ¿Es que acaso eres estúpida? ¿Peleas por el dinero? ¿Y si te matan, para qué te servirá ese dinero? ¿Es que no razonas con claridad?

-¿Pero tú de qué vas? ¿Vas a darme lecciones de moralidad? ¿Tú a mí? Vamos a ver… ¿Qué has hecho tú en esta vida que sea medianamente "razonable? ¿Conducir a toda caña en tu deportivo de lujo? ¿Pasarte las noches de fiesta en fiesta, metida hasta el culo de coca, éxtasis o anfetas? Venga, dejémoslo, niña pija… Yo tengo que ganarme la vida, ¿sabes? ¿O crees que a mí me lo regalan todo? Vale. Ya. No vale la pena discutir por esto. Cada una vive su vida como quiere, y punto.

-¿Vas a ver ahora a Ángela, tu novia? –le pregunto con cierto retintín en mi voz.

-Vaya, vaya, vaya… Así que es eso, Patosa. ¿Acaso veo cierto atisbo de celos en esos ojitos verdes?

-Vete a la mierda –odio esa sonrisa socarrona en su cara, así que me voy a la habitación.

En lo más profundo de mi ser deseo que me siga, que siga discutiendo conmigo, que me mande también a la mierda, lo que sea, me da igual… pero que se quede a mi lado. Sin embargo no lo hace. Esa tarde la pasará con su novia, follando, y yo me trago la hiel que me corroe la garganta, aguantando las lágrimas de rabia.

No llego a entrar en la habitación. Lupe y Bella me interceptan en el pasillo, me inyectan algo y se me llevan prácticamente a rastras.

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"Pequeña estúpida… Al principio deseaba tu cuerpo, todas las noches soñaba con follarte, con hacerte un millón de cosas… Pero yo no he sido nunca lo bastante buena para ti, y te has atrevido a mirarme por encima del hombro, a despreciarme como si yo fuera escoria, a pesar de tratarte como si fueras mi amiga. Ahora me das asco. Eres una mierda y no te tocaría por nada del mundo. Sin embargo voy a disfrutar mucho viendo cómo Hulkie te hace todas esas cosas que he ideado para ti… Voy a correrme de gusto viéndolo y te aseguro que estaré en primera fila para contemplar cómo los perros te despedazan, zorra. Esa será una experiencia multiórgásmica".

Ese susurro en mi oído me sigue volviendo loca… Ahora en la enfermería, los recuerdos se me enmarañan, sacudidos y revueltos en mi cerebro por la batidora de drogas que me han metido, pero esas palabras siguen martilleando ahí dentro. La capucha en la cabeza me impedía ver quien hablaba, pero no evitaba que oliera el perfume repugnante que desprendía esa mujer. Esencia de lilas, el perfume habitual de Violeta, mi madrastra. ¿Es Violeta quien está detrás de todo esto? Sin embargo, hay algo que no cuadra, algo que me desconcierta…

Perfume…

Y otro pensamiento que me trastorna todavía más se desliga de la madeja enredada de mi cabeza. El recuerdo de la voz de Sonia mientras hablaba por teléfono con su novia.

"Es importante que cambies el contenido. Exacto. Y me lo traes esta tarde. Sí, en una botella de mi perfume habitual. No, nadie sospecha"

Aterrada veo que Sonia está aquí, en la enfermería, mirándome. Quiero decir algo, pero no puedo. Me consuela la idea de que sea una alucinación, pero no lo es. Me dice que ha sobornado a una de las vigilantes para poder entrar. Me toca, sus manos me tocan, y me duele su contacto.

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Estoy desnuda y la piel me arde. Desde dentro de una jaula en un extremo del foso, observo con horror los grandes colmillos de los perros que ladran soltando espuma, encerrados en las otras cinco jaulas situadas en el otro extremo. Hay una verja metálica que rodea el coso y en lo alto, en las gradas, el público ruge a mi alrededor y también enseña sus afilados dientes sedientos de sangre.

Quieren violencia, muerte… gritan y abuchean, por eso finalmente la organización ha suspendido el espectáculo de lucha de mujeres en el barro y retiran de la escena la enorme cuba con ruedas, llena de lodo. El duelo entre las guerreras adelanta su horario en la programación y a través de la verja veo que esta noticia disgusta a Sonia, que protesta contrariada. Asunción entonces me señala y le indica si acaso quiere que mi "número" vaya primero. Sonia se vuelve, me mira, le niega con la cabeza y finalmente entra en la arena, donde ya la espera Hulkie, que levanta los brazos blandiendo su espada y levantando ovaciones y vitoreos de la gente.

Con el corazón en un puño oigo los chasquidos al chocar las hojas, chasquidos de metal que me garantizan que esta vez no son armas de madera, sino espadas de vuelo con hojas de peligroso acero. Tras un buen rato de lucha no es necesario ser un entendido en la materia para ver que los golpes de la rubia son ofensivos y directos y que Sonia se limita a mantenerse en guardia y defenderse, bloqueando con el escudo o esquivando la trayectoria de sus golpes con hábiles movimientos.

Es evidente que Hulkie es mucho más fuerte, pero bastante más torpe y precipitada en sus movimientos. Sonia es más ágil y rápida. Es como estar viendo luchar a una bruta vikinga contra una elegante mosquetera, a una rinoceronte contra una pantera. La rinoceronte continúa su ofensiva atizando rudos golpes de espada a diestra y siniestra, avanzando en su ataque, y la respuesta de Sonia sigue siendo sortear los sablazos, evadirse y prácticamente evitar el combate.

La turba se impacienta de nuevo y brama reclamando más brutalidad.

-¿Qué coño te pasa? -Hulkie también parece ansiosa y respira con agitación-. ¿No peleas? Me estás huyendo como una cobarde y evitar una bronca no es propio de ti… Creo que has pasado demasiado tiempo con esa Patosa y se te ha pegado la ñoñería, aunque claro, eso no te lo reprocho… Anoche pude comprobar que tiene un hermoso coñito y un culo bien apretado, ideal para meter mis juguetes. Imagínatelo… Utilicé mi arnés de doble penetración, con los consoladores más grandes… ¿quieres que te cuente cómo gritaba? ¿Quieres que…?

Sonia cambia por completo, como si hubiera despertado la fiera que lleva dentro… Aprieta los dientes y ataca entonces con la espada de forma directa, en un avance tan rápido como inesperado. Tras varios cruces, desvía la hoja adversa con un hábil movimiento circular y desarma a Hulkie lanzando la espada lejos de su mano. La hoja afilada de Sonia roza el cuello de su adversaria y por la salvaje expresión de su rostro estoy segura de que pronto la sangre de Hulkie bañará la arena. Sin embargo, la actitud de Sonia vuelve a sorprenderme, ya que, ajena a los clamores del gentío que reclama la cabeza de la rubia, se aleja de ella y se queda en posición de guardia, dejando que su rival recupere la espada.

Desde mi jaula tengo la impresión de que Sonia está haciendo tiempo, como si esperara algo, y también veo que los animales de las gradas están perdiendo la paciencia. Han pagado mucho para ver un espectáculo cruento y sólo están viendo una especie de baile inofensivo por causa de las evasivas de Sonia a pesar de los ataques de Hulkie. Veo que Asunción no se lo piensa más veces. Para volver a enardecer los ánimos y darle al público lo que desea da la orden a sus asistentes: mi jaula se eleva dejándome libre y las jaulas de los perros se abren también.

Sonia ve venir de frente a los feroces animales y salta hacia atrás, corriendo hacia mi encuentro.

-Tranquila, no se acercarán a ti –me asegura Sonia intentando tranquilizarme-. La undecanona que te apliqué creo que será efectiva; es el mejor producto repelente para perros, aunque lo tuve que diluir un poco para que no te abrasara demasiado la piel.

Hulkie, que está de espaldas, no los ve venir hasta que es demasiado tarde y uno de ellos ya se le ha lanzado al cuello. Los canes no le van a dar una segunda oportunidad, como hizo Sonia. En esta ocasión, a pesar de defenderse a sablazos y puñetazos, finalmente la luchadora cae sobre la arena en una tormenta de gruñidos, ladridos, colmillos y alaridos de dolor.

No quiero recordar lo que Hulkie me hizo… Ella no era buena persona, no lo era. Pero acabar así… Eso no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Cierro los ojos, no quiero verlo. Al final sus gritos ceden ante las dentelladas profundas. Los perros, excitados por la caza y la sangre nos ladran desafiantes, pero de momento mantienen las distancias, aunque no sé durante cuanto tiempo permanecerá activo el efecto del repelente en mi piel.

Uno de los animales se decide y se acerca peligrosamente a Sonia, que lo ahuyenta de una patada. A mí no me queda saliva que tragar, el temblor de piernas hace que casi no pueda sostenerme en pie y creo que me he meado encima.

En ese momento en el que estoy a punto de desmayarme del terror, todo se descontrola en las gradas. Veo a la gente levantarse y correr, perseguidos por los agentes especiales del equipo de asalto. Los perros caen abatidos por los dardos tranquilizantes, y uno de los agentes que ha entrado en el coso se quita el casco y abraza a Sonia. Es Ángela, su novia.

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-Recordemos que en la redada de la operación Espartacus - operación en la que participaron varias agentes femeninas encubiertas- fueron detenidas más de ciento cincuenta personas, muchas de ellas conocidas por los medios de comunicación. La mayoría fueron puestas en libertad, aunque con cargos y a la espera de juicio. La directora Asunción Solves; su mano derecha, Lupe Gracia y la auxiliar Bella Medina siguen en prisión preventiva, así como la conocida filántropa Violeta Saez de Pereira, supuesta organizadora de todo este macabro negocio. Últimamente se ha averiguado que la propiedad del Centro "La Hiedra" estaba registrada a nombre de una sociedad fantasma, fundada por Violeta Saez con fondos de sus programas de caridad. En un registro exhaustivo del centro se rumorea que encontraron grabaciones que demuestran la implicación directa de la principal acusada en numerosos delitos de abusos contra algunas de las chicas, aunque por lo pronto no hay nada confirmado ya que su contenido es secreto de sumario y…

Me levanto y apago la televisión.

Supongo que la Oso la ha jodido bien con su afición a grabar videos caseros… Lo que no entiendo lo de Violeta. ¿Fue por dinero? No creo que ese fuera el motivo principal. No necesitaba el dinero, pero sí el poder. Creo que Violeta era una zorra enferma de sadismo que montó ese centro para satisfacer sus bajos instintos a la par de sacar beneficios y tener así el control. Deshacerse de mí satisfacía ambos objetivos. Me odiaba por despreciarla y deseaba verme sufrir… Y además, según me dijo mi padre, estaba obsesionada por tener un hijo. Al quitarme de en medio, se aseguraba de que su previsto vástago sería el heredero de todo el patrimonio de mi padre, al que supongo que tarde o temprano, también se habría cargado sin pestañear. ¡Qué malvada, como las madrastras de los cuentos!

Me siento y me vuelvo a levantar, estoy muy nerviosa. Entre interrogatorios, reconocimientos médicos, declaraciones y gaitas, ya ha pasado más de un mes desde que hubo la redada y en todo este tiempo no he vuelto a ver a Sonia a solas, hemos hablado en alguna ocasión, pero siempre junto a un montón de gente.

Y hoy, por fin, viene a verme a mi apartamento del centro, un lugar alejado del hervidero de la prensa rosa en el que se ha convertido desde entonces mi casa.

Ahora sé que Sonia estaba en el centro porque una de sus confidentes fue encontrada muerta de una paliza en un callejón. La chica, meses antes de morir, ya le había hablado del centro de desintoxicación La Hiedra y de sus raras peculiaridades, así que Sonia y su compañera consiguieron infiltrarse para investigarles a fondo y lograr descubrir al cerebro del negocio: mi madrastra Violeta.

Sigo sin creérmelo… Sonia es policía… hay que joderse… ¿Cómo pude sospechar que ella era la mala de la película? Fue durante un momento sólo, pero se me pasó por la cabeza. Lo de la conversación telefónica, pidiendo que Ángela cambiara el contenido de su perfume me despistó, cuando lo que había en ese frasco no era esencia de lilas, sino la solución de undecanona, el repelente de perros, un producto no tóxico al inhalarlo aunque bastante corrosivo que me llenó la piel de ampollas. No me quejo, que me salvó la vida. Ahora mi piel está limpia. Tras todo lo que pasé en ese maldito centro, estoy limpia por fuera y por dentro. Lo que me hizo Hulkie por orden de Violeta fue una herida que también ha acabado cicatrizando. No voy a darle más vueltas, lo pasado, pasado está.

Llaman a la puerta. Es ella. La veo y se me corta el aliento. Está espectacular, sin embargo no parece la misma Sonia. Lleva puesto un traje-chaqueta oscuro con camisa blanca, lleva el pelo recogido y unos zapatos de tacón. La hago pasar, me da dos besos, decimos unas cuantas frases tontas corteses y finalmente se sienta enfrente de mí, retorciéndose las manos, bastante incómoda.

-Sí, ya lo sé. No es mi estilo ir vestida tan formal. Vengo de declarar en un juicio que se ha alargado demasiado. Pensé en ir a casa a cambiarme de ropa antes de venir, pero no quería llegar tarde y tenía ganas de verte y hablar contigo… estaba deseando disculparme por mi comportamiento. Sé que estás pensando que debería habértelo contado todo, pero debes entender que…

-Sí, si lo entiendo. No te preocupes. La verdad es que fuiste bastante cabrona conmigo, con tus continuas zancadillas y burlas y…

-Eso formaba parte de mi papel y era, en parte, una manera de protegerte: si yo me metía contigo, no se meterían las demás. Pero no es por eso por lo que debo disculparme, es por lo otro… Lo que ocurrió entre nosotras. Ya me entiendes… Nunca debió haber pasado. Lo siento.

Era lo que me temía. El alma se me cae al suelo, me trago el nudo de mi garganta e intento serenarme y hablarle sin que me tiemble la voz.

-Sí, claro. Tienes a Ángela, tu novia. Oí cómo le decías que la querías cuando hablaste con ella por teléfono. No te preocupes, todo está bien… para mí tampoco significó nada más que un polvo. Estuvo bien, pero no fue nada trascendente –le sonrío tragándome la amargura.

-Ángela es sólo mi compañera. Decirle "te quiero" si la llamaba por teléfono era una contraseña, la señal para que el equipo de asalto actuara sin tardanza, que había una situación de emergencia. No te voy a negar que en ocasiones nos hemos acostado, tú nos viste, pero no es mi novia. Ella tiene novio y… bueno, nosotras no estamos enamoradas. Pero yo no tengo excusa, debí parar lo nuestro… Yo ya imaginaba que te sentías atraída por mí por una simple reacción psíquica como sistema de defensa en una situación hostil. Es un comportamiento muy natural. En casos así es normal que se desarrollen relaciones de complicidad o de atracción y lleguen a establecerse relaciones emocionales o sexuales que no son más que…

-¿Te quieres callar ya? ¿Me estás diciendo que lo que yo he sentido por ti no ha sido más que una especie de Síndrome de Luxemburgo?

-De Estocolmo –no puede evitar sonreír, la muy capulla.

-Pues mira, por mí que sepas que Estocolmo, toda la puta Península Escandinava y todos sus putos síndromes se pueden ir a la mierda, porque todo eso que has dicho no es cierto. Sé lo que he sentido, sé lo que sigo sintiendo por ti. No me digas que no fue real.

-Pero si me acabas de decir que no significó nada para ti –vuelve a sonreír burlona y me están entrando ganas de arañarla como no pare de cachondearse-, que sólo fue un polvo…

-¡Pues mentía! ¿Qué querías que te dijera? –me levanto del sofá crispada-. ¿Y para ti, Sonia? ¿Qué fue entonces para ti? ¿Sólo un polvo?

-Pues no… No fue sólo un polvo.

-Ah… ¿no?

-No. No fue sólo un polvo… porque fueron dos –se me acerca mucho más, demasiado-. Y ya sabes, no hay dos sin tres… Venga, no te enfades que sabes que me estoy quedando contigo, Raquel. Tus ojos se ponen mucho más verdes y brillantes cuando te cabreas, como los de una gata.

-Y… ¿Y ahora qué? –le susurro. Acostumbrada a que me llame por mi mote, que me llame por mi nombre real por primera vez me descoloca y mi enfado se disuelve como por arte de magia.

-Pues ahora…-me susurra también-. Ahora voy a besarte… Luego voy a desnudarte, me quitaré la ropa yo también y después, sobre esa alfombra, voy a acariciar tu cuerpo, a llenarlo de besos, a comerme esos pechitos lindos de pezoncito rosado y a hacer que tus ojos vuelvan a brillar, pero esta vez de deseo loco. Te voy a volver loca de placer porque voy a follarte como nunca te han follado: como folla una mujer con otra mujer, con las piernas entrelazadas, formando una tijera que va a cortarte el aliento cuando te mojes en mí y yo me empape en ti. Mis labios besarán los tuyos y esos otros labios también se besarán, y tú cerrarás los ojos, tu corazón se desbocará y te dejarás llevar por esos íntimos roces de tu clítoris contra el mío, y en ese vaivén cada vez más acelerado voy a sentirte mía y tú sentirás que soy toda tuya, hasta que en pleno frenesí te corras gritando mi nombre y… y se te tape la nariz.

Miau… Tras oír sus planes inmediatos, cualquier plan futuro deja de tener importancia en estos momentos en los que mis braguitas están empapadas. Ya analizaremos más adelante qué va a pasar, no tenemos prisa. Puede ser una locura o no. Tenemos todo el tiempo del mundo para conocernos y descubrir qué sentimos.

Mmmmmmmm… Me besa con ardor y su mano acaricia mi culo bajo mi falda, así que me rindo y mi lengua responde a la demanda de su boca. Más tarde ya le comentaré que me he inscrito en la mejor academia para prepararme y opositar a Policía Nacional… Podríamos llegar a ser compañeras, como Cagney y Lacey, o como Tara y Willow, o como Xena y Gabrielle… Mmmmmm… ya veremos. Ahora, lo primero es lo primero… Mmmmm…

-Fin-

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